El Gobierno aspira a terminar la obra a fines de 2024. El reactor tiene una tecnología que solo realizan tres países. La crisis de Europa y la transición energética abren una oportunidad para la energía nuclear.
La construcción de la “mini” central nuclear diseñada y construida en Argentina terminará el año con un avance de obra superior al 75%. Se trata del Carem 25, un reactor nuclear que por su tecnología podría exportarse por cifras millonarias, en un mundo que mira cada vez más la energía nuclear, debido a la crisis que trajo la guerra en Ucrania, y de cara a la transición energética.
El Carem comenzó a construirse en febrero de 2014 y debió haberse terminado en un plazo de unos 4 años, según contaron fuentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea) en una recorrida por la obra, que se lleva a cabo a pocos kilómetros de las centrales Atucha I y II, en Lima, provincia de Buenos Aires. Fue el primero en el mundo en arrancar a construirse con esta tecnología, y actualmente hay solo tres países que llevan adelante este tipo de reactores. “El largo plazo que requiere un proyecto nuclear no es compatible con el dinamismo de la política local”, contó una fuente con conocimiento del proyecto.
Sin embargo, se espera que el Carem esté listo recién a partir de 2027. En el medio, la obra sufrió parates. Primero en 2015, con la llegada de Cambiemos, pasó a manos privadas y luego de una licitación, quedó a cargo de Techint. Luego, con el cambió de gobierno en 2019, volvió al Estado, y se retrasó por la pandemia. Este año, también impactó en la planificación de las inversiones que el Gobierno no contara con el presupuesto.
El grado de avance físico general del proyecto está en 61%. Pero la obra del edificio, donde se ubicará el reactor, llegó al 76% y se espera que se finalice para diciembre del 2024. La construcción es de más de 18 mil metros cuadrados y en algunos sectores alcanza los 27 metros de altura. La contención de seguridad está en un 94%, el recipiente de presión en 71%, los generadores de vapor en 55% y los elementos combustibles en 60%. Lo más rezagado es el montaje electromecánico del reactor.
La construcción que se lleva adelante es la de un prototipo, capaz de generar 32 megavatios eléctricos, y así darle electricidad a unos 120 mil habitantes. Pero, al mismo tiempo, la Cnea trabaja en proyectos para desarrollar el módulo comercial, capaz de generar 120 megavatios y llegar a 500 mil personas. El objetivo oficial es la exportación: si bien todavía no hay un mercado desarrollado de venta de reactores nucleares, estimaciones muy preliminares hablan de que podría venderse en unos u$s 500 millones el módulo.
Se trata de una cifra que ilusiona desde lo económico, en un país que hace la danza de la lluvia en un contexto de sequía, y donde se espera que la soja no baje de los u$s 600 la tonelada. Pero además, el Gobierno intentará acelerar estos procesos ante la coyuntura. Países europeos que miraban con muy malos ojos la energía nuclear empezaron a replantearse la postura ante la dependencia de Rusia que dejó expuesta la guerra en Ucrania. Pero además, por la transición energética: las centrales nucleares aportan a la descarbonización dado que no emiten dióxido de carbono.
Después de años sin muchas visitas oficiales, la semana pasada estuvo en el Carem la secretaria de Energía, Flavia Royón. También, el mes pasado, el ministro de Economía, Sergio Massa, estuvo en el Centro Atómico Bariloche reunido con integrantes del proyecto Carem. En octubre, pasó por la obra Rafael Grossi, el argentino que preside el Organismo Internacional de Energía Atómica, quien aseguró que hay un “enorme interés” a nivel internacional por demandar reactores pequeños y modulares.
Además, está el interés desde el punto de vista industrial. El objetivo del Carem es que el 70% de sus componentes sean de origen nacional. Actualmente, hay más de 1.000 empresas proveedoras, 120 contratos en curso y 1.300 trabajadores. Entre los principales contratistas se destacan empresas públicas, como la recientemente estatizada Impsa, que está a cargo de la fabricación del recipiente de presión.
Si bien fuentes oficiales aseguran que los plazos están encaminados para que la finalización sea en 2027, todavía hay diversos desafíos. Por un lado, sumar financiamiento, tanto para el proyecto, como para luego poder financiar las ventas. Comprar cuatro módulos puede costarle a un país más de u$s 2.000 millones, según estimaciones preliminares. No se descarta una alianza con Brasil, o la asistencia de organismos multilaterales, aunque aseguran que “no son muy amigables con lo nuclear”.
Argentina cuenta con tres centrales nucleares que abastecen apenas el 6% de la matriz energética. La diferencia entre las actuales centrales nucleares, compradas “llave en mano” a países como Canadá o Alemania, es que el Carem tiene un diseño argentino considerado innovador, por estar integrado en módulos, y que puede ensamblarse en una fábrica. Esto lleva a que tenga un menores costos, tanto de capital inicial como operativos. La vida útil es de 40 años.
Fuente: Ambito