La demanda social de realizar una producción sustentable, sostenible, agroecológica, etc impone una agenda verde, a lo que las empresas transnacionales responden por medio del desarrollo tecnológico, para continuar su objetivo de apropiarse de cuanta riqueza se produzca. La agenda verde abrió un nicho de explotación capitalista en los microorganismos o microbios como le llamaba “la nona”.
(Por Matias Strasorier y María Rizzo *)
Hace más de 15 años, cuando estalló la burbuja financiera y se sacudió el mundo, observamos cómo el capitalismo ante la crisis encontró la salida en la inversión en nuevas tecnologías, dando comienzo a un cambio de fase del sistema social de producción global. Es decir, el capitalismo mutó su fase financiera, a una fase financiera y tecnológica, como plantea Aguilera en Nueva Fase (Ed Punto de Encuentro 2023).
Hace un año, tomamos lo planteado por Lucas Aguilera y publicamos “El campo argentino en la fase financiera y tecnológica del capitalismo” (Motor Económico, septiembre 2023), -y afirmamos-, que: “Históricamente, la tecnología le permitió al ser humano superar los obstáculos de la naturaleza y el tiempo de producción social, pero en la actualidad supera límites de tiempo y espacio como nunca antes”. La clave en materia de producción agroalimentaria durante esta nueva fase, se encuentra en la unión de lo REAL, lo VIRTUAL y lo BIOLÓGICO, unión a través del CONOCIMIENTO, hoy con una importancia mayor a los capitales tangibles, sin lugar a dudas.
En dicho artículo afirmamos que la virtualización e informatización de la producción agroalimentaria han trastocado la forma de producir, valga la redundancia; “Lo virtual, la Big Data, la IA y el 6G, generan un salto cualitativo de tipo estructural debido a la instantaneidad de la información”. Y mencionamos que el componente Biológico “se encuentra revolucionado por las Bio y Nanotecnologías, que permiten desde la clonación, la edición génica, la genómica, así como la aplicación y utilización de todo el universo microbiano -bacterias, protozoos, hongos y sus derivados bioactivos-. Hasta lograr producir carne sin una sola hectárea de tierra cultivada y sin animales”.
En este componente biológico, durante la década pasada (2010-20), se produjo un proceso de máxima concentración del eslabón estratégico del control de insumos, principalmente de semillas y OGM, materializadas en las megafusiones de Bayer-Monsanto, Down-Dupont y Pioneer (CORTEVA), Syngenta- ChemChina. Todo esto mientras se producía el desarrollo de las nuevas tecnologías basadas en el conocimiento.
Otra parte de este componente biológico, fue cobrando relevancia y ,por lo tanto, el mercado los convirtió en mercancía, bajo el concepto de BIOINSUMOS. Eso es parte de la biosfera, del ciclo natural de equilibrio y transformaciones, del conjunto de biodiversidad que históricamente el ser humano descubre y utiliza. La utilización de “bioinsumos” es parte del conocimiento colectivo de la humanidad, la utilización de productos de origen biológico para mejorar los sistema productivos es de origen ancestral de diferentes poblaciones originarias, desde occidente a oriente. Este conocimiento que en principio se transmitía intergeneracionalmente o intracomunidad, en la actualidad es apropiado por grandes grupos económicos o empresas transnacionales, para maximizar sus ganancias, es decir, apropiarse del conocimiento para apropiarse de las riquezas, en definitiva el Capital-mismo.
El capitalismo en esta nueva fase es un sistema basado en el conocimiento, es decir, se basa en apropiarse de los saberes, de los productos de las mentes de los seres humanos pensando, investigando, analizando y creando. Pero no solo de los saberes del presente, de la actualidad, si no de los saberes históricos de la humanidad en su conjunto.
Solo por mencionar un ejemplo, en Argentina la utilización de bioinsumos como inoculantes en agricultura extensiva comenzó en la década del `40 del siglo pasado, en donde el Ing. Agr. Enrique Schiel comenzó las primeras pruebas en soja híspida y alfalfa, en el Instituto Experimental de Investigación y Fomento Agrícola Ganadero, de la Provincia de Santa Fe. Es decir que hablamos de más de 80 años de historia en la Argentina.
De este conocimiento estratégico-histórico y colectivo, el capital-mismo se está apropiando en los últimos años y está avanzando en su proceso de concentración y dominación. Lo que sucedió en materia de insumos sintéticos-químicos y OGM, durante la década pasada, ahora sucede con los BIO.
En un primer pantallazo se observa que a nivel global hay alrededor de unas 1200 empresas que producen bioinsumos en sus distintas versiones, con un mercado global que en 2023 alcanzó los USD 13.400 millones, con una tasa de crecimiento anual del 14,35%. Sin embargo, al investigar y analizar las inversiones y las vinculaciones en redes, encontramos que aparecen: Bayer-Monsanto, Syngenta, CORTEVA, BASF, entre otros, así como actores financieros como Black rock, Vanguard o State Street, y otros emergentes como Temasek.
Bayer, es por lejos, el líder en términos de solicitudes de patentes en más de un país. Le siguen un puñado de gigantes de los agronegocios y otras empresas agro-tecnológicas menos conocidas: BASF, Novonesis (ex Novozymes), Pivot Bio, Newleaf Symbiotic, Marrone Bio, Valent Biosciences, Locus Agriculture IP Company, Danstar ferment, Syngenta, FMC, Idemitsu Kosan, Spogen Biotech y Sumitomo Chemical. Es este mismo conjunto de empresas, junto a fondos financieros como Black rock, Vanguard, State Street, Temasek, o la Fundación Bill y Melinda Gates, están detrás de las inversiones, convenios y adquisiciones de todo este conjunto de empresas emergentes bio y nanotecnológicas, privatizando y facturando los conocimientos estratégicos de la humanidad
En Argentina, Bioceres es el máximo exponente en materia de conocimiento aplicado al sector agroalimentario, es el ejemplo del potencial nacional. Otros ejemplos son la semillera Don Mario, CEVASANTÉ, BIOTECNOFE, RIZOBACTER, ZOOVET, entre otros. En todos los casos el conocimiento y el desarrollo en materia de I+D, tiene una base en la articulación público-privada. Con protagonismo en las universidades públicas, CONICET, INTA, en la creación o potencial creativo, como define Lucas Aguilera (Aguilera 2023), del conjunto de argentinas y argentinos del ecosistema científico tecnológico.