La suba del dólar paralelo está vinculada a la presión de capitales financieros para arrancarle una devaluación al gobierno en medio de las tensiones con el Fondo. El pago de la deuda externa privada sigue diluyendo el superávit comercial.
( Por Raúl Dellatorre/ Páguina 12/ MotorEconómico) El sistema financiero viene con pronóstico de fuertes tormentas. En la última semana, saltaron más del 5% el dólar ilegal (el blue de las cuevas) y los financieros (contado con liqui, y el MEP). La causa no es que «el mercado está nervioso», sino que se ha lanzado un ataque especulativo que, en medio de la incertidumbre que provoca la indefinición del acuerdo con el FMI, se está buscando acorralar al gobierno para obligarlo a devaluar. El objetivo en la mira: un salto en la cotización del dólar que la suba «un escalón» que podría ser entre 20 y 30% por encima del valor actual, para que luego continúe con la política de crawling peg (miniajustes diarios) acompañando la inflación.
Es una secuela de la demora en la resolución del acuerdo con el FMI. Los mismos que fugaron, ahora buscan beneficiarse con una devaluación que revalorice los activos que colocaron en el exterior en moneda dura. El chantaje que plantean es que «sólo así» volverían a traer las divisas y permitirían que se restablezca la tranquilidad en el mercado. Suena conocido, ¿no?
Las políticas de regulación del Banco Central lograron neutralizar parte de la fuga, pero no toda. El aumento de tasas del 2% busca retener los depósitos a plazo fijo en pesos, temiendo un traslado hacia el dólar. De todos modos, las tasas siguen siendo negativas porque la inflación todavía no bajó, como preanunciaban los cálculos oficiales.
Y hay cuestiones estacionales que aumentan todavía en mayor medidas las tensiones. «El fin de año es habitualmente expansivo por el pago de aguinaldos y otras distribuciones de beneficios que hacen las empresas, los adelantos por vacaciones, incluso el uso de fondos de los que pudieron tener algún peso ahorrado. Pero en febrero, cuando todos esos gastos ya se hicieron y el dinero cambió de manos, y se concentra en empresarios que quizás no esperan que el buen veranito que tuvieron vaya a seguir, ¿qué harán con los fondos que acumularon? Y desde la autoridad monetaria, ¿qué hacer para que no se vayan hacia el dólar? Este dilema es el de todos los años, pero esta vez se agrega todo el ruido que provoca la situación con el FMI y la incertidumbre de cómo y cuando se va a cerrar», señaló a este diario un analista con experiencia en la función pública en esa área.
Los números del comercio exterior deberían dar cierta calma, aunque el próximo ingreso de divisas por liquidación de cosechas recién lleguen en marzo o abril. Pero pesan más los malos presagios.
Comercio exterior y fuga
Esta semana se conoció el resultado del intercambio comercial de todo 2021. El saldo anual arroja un superávit de 14.750 millones de dólares. Es lo que suelen denominar «dólares genuinos», entrada de dinero que no genera compromisos posteriores, a veces incumplibles, como los préstamos externos.
El superavit de 2021 es histórico, pero además viene luego de otros dos años de superavits importantes. En 2019 el intercambio comercial dejó un saldo a favor de 15.990 millones yen el 2020 fue de 12.528 millones. En tres años el comercio exterior dejó una diferencia a favor de 43.268 millones de dólares. Equivalente a casi todo el tóxico préstamo del FMI de 2018. Algo muy serio debe estar pasando para que semejantes resultados en el comercio exterior no vivamos en una tranquilidad cambiaria inconmovible.
Martín Guzmán dio una pista cuando, exponiendo frente a los gobernadores, señaló que la deuda con el FMI no era el único problema en las cuentas cambiarias. «Además está la deuda financiera del sector privado con el exterior», que pegó un fenomenal salto en los años macristas. La conducta de los empresarios endeudados cambió justo con el cambio de gobierno. De endeudarse aceleradamente en el exterior hasta octubre de 2019, pasaron a cancelar deudas con entusiasmo a partir de enero de 2020. Claro, otras formas de transferencias financieras al exterior ya no gozaban del beneficio de poder comprarle los dólares al Banco Central a la cotización oficial, pero los pagos de cancelación deuda o de intereses por deuda financiera, sí. ¿Tendrá eso que ver?
Lo concreto es que, según los informes de Evolución del Balance Cambiario del Banco Central, entre enero de 2020 y diciembre del mismo año, la «cancelación neta de deuda financiera del sector privado» ascendió a 5390 millones de dólares. En 2021, pese a que ya regían algunas restricciones impuestas por la autoridad monetaria –obligación de refinanciar el 60% de los vencimientos, prohibición de venta directa de divisas del BCRA para el pago de deudas con casas matrices–, se acumularon hasta noviembre (último informe publicado) pagos por cancelación de deuda por 4540 millones. Un total de 9930 millones de dólares en 23 meses. A ello debería sumarse los pagos de intereses del sector privado al exterior por la deuda financiera (no menos de 5000 millones más), todo lo cual explicaría en buena medida por qué canaleta desaparece el saldo en divisas del comercio exterior.
La amenaza de la devaluación
Así, el Banco Central no logra acumular reservas disponibles como para presentar una infranqueable muralla ante los ataques especulativos. Pero existe la convicción de no ceder a la demanda de devaluación, por consecuencias prácticas más que por cuestión de principios. Devaluar, para el gobierno, sería convalidar un aumento de precios, en forma de shock, en un porcentaje casi equivalente al de la modificación del tipo de cambio en poco tiempo. No porque esa sea la incidencia exacta en los costos, sino porque así responde una economía inflacionaria e hiperconcentrada como la argentina. Con lo cual, el eventual impacto sobre los bienes exportables y activos dolarizados –alentando una supuesta repatriación– se agotaría en poco tiempo, licuado por la inflación, y volverían las presiones devaluatorias (ataque contra la moneda). Pero luego de un salto inflacionario y con un gobierno más devaluado.
Este es el desafío presente, la amenaza de quienes más que preocupados por cómo resuelva el país su disputa con el Fondo, están más atentos a cómo sacar ventaja de las circunstancias.