Por Ricardo Auer
La dirigencia política cree que los problemas nacionales sólo se originan en las diferentes visiones ideológicas y que todo se reduce a un cronograma electoral
Hace más de 20 años los coroneles Qiao Liang y Wang Xiansui, escribieron el libro guerra irrestricta, explicando, desde la concepción estratégica china, como serían las guerras del futuro: sin restricciones ni reglas, donde nada está prohibido y en la cual cualquier límite puede ser superado.
Su visión es que una nación podría derrotar a un oponente tecnológicamente superior, mediante una guerra desarrollada en todos los ámbitos de poder, más allá de lo militar. Esta concepción se entrelaza con su equivalente de fuentes norteamericanas, conocida como guerra híbrida, que consiste en aprovechar todas las vulnerabilidades de otro país u oponente, para debilitarlo desde adentro, sin necesidad de apelar a un combate militar directo. Esto no debe confundirse con las denominadas guerras asimétricas, que se caracterizan por ser conflictos violentos, en los que existe una considerable diferencia, cuantitativa y cualitativa, de potencia militar, tecnológica, diplomática y mediática entre los contendientes, generalmente el Estado por un lado y grupos insurgentes, guerrilla, grupos armados o violentos, narco-guerrilla, mafias, por el otro.
La guerra irrestricta o híbrida no necesita ninguna declaración oficial para ser iniciada o continuada; los conflictos se plantean sobre los espacios más diversos, por fuera del ámbito militar: culturales (ataque a la identidad, idioma, plurinacionalidades); drogas, estupefacientes, salud; contrabando; economía, asuntos financieros (guerra de monedas); temas ambientales; uso de leyes internacionales; justicia internacional; instituciones de organismos multilaterales; innovaciones tecnológicos; recursos naturales y energéticos; moral pública, y cualquier otro punto vulnerable que muestre debilidades y pueda ser atacado.
A medida del avance de las nuevas tecnologías informáticas, los temas clave y verdaderamente decisivos, operan sobre el factor psico-social; son procesos cognitivos o mediáticos, basados en las plataformas cibernéticas: fake news, desinformación, propaganda, provocación, y el accionar sobre sus soportes de hardware: hackeos, ciberguerra y ciberterrorismo.
Así funcionan las nuevas armas de la guerra del futuro, que se apoyan en las nuevas tecnologías, ya que éstas interaccionan permanentemente con la vida de la gente común. De allí, la importancia de la BigData, los algoritmos, el registro multidimensional de consumos, sexualidad, idioma, salud, gustos, preferencias, etc.Por ese motivo las potencias construyen sus propias plataformas cibernéticas y controlan o regulan las de sus oponentes. Internet es controlada por EEUU, pero coexisten con varias chinas y la RusNet rusa. El GPS (EEUU) tiene su correlato chino (BEIDOU), el ruso (GLONASS) y el europeo (GALILEO). Cada potencia controla la BigData con sus propias respectivas plataformas; Whatsapp-Wechat; Twitter-Weibo; Amazon-Alibaba; Instagram-TokTok.
La extrema digitalización de las acciones más simples de la vida humana, son parte del proyecto de los gigantes tecnológicos, apoyados por círculos políticos de las respectivas potencias, para recabar hasta los más mínimos datos personales de los humanos y que, en definitiva, permitan su control absoluto. Como bien dice el embajador Archibaldo Lanús en su último libro, nos estamos enfrentando a una batalla decisiva: elegir entre la Libertad o la Sumisión.
Los soldados de esta nueva guerra del futuro son ahora todos los pueblos; sus armas son cualquier actividad humana, y el campo de batalla o espacio operativo ahora tiene las múltiples dimensiones de las mismas, lo que aumenta todos los límites anteriormente conocidos. Esta nueva guerra, opera principalmente sobre los sentimientos y logra modificar hasta lo razonable porque la mente humana está sometida la aceleración de las nuevas tecnologías, que no dan tiempo para la reflexión, ni espacio para el debate entre pares, ya que el aislacionismo hiper-individualista corroe esa posibilidad. Esta es la llamada Guerra Cognitiva, que, operando con un accionar enmascarado, no permite precisar quién es el verdadero adversario. En definitiva, las nuevas armas letales de esta guerra cognitiva se reducen a segmentar y fraccionar, las opiniones públicas, las determinaciones políticas y la cohesión social de los respectivos contendientes.
La información extraída de la BigData, el seguimiento de las ubicaciones, los comportamientos personales, y demás datos comerciales y opiniones políticas, operadas con los algoritmos apropiados, dan como resultado un ordenamiento y jerarquización que permiten clasificar y segmentar. Le sumamos las fake news, fenómeno que deja lo verdadero de lado para dar prioridad a lo verosímil, aquello que parece verdad, aunque no lo sea, pero es útil para justificar un punto de vista. Luego le agregamos la “post verdad”, una distorsión emotiva de la realidad. Con este triple “cóctel” podemos operar selectivamente sobre grupos humanos que van produciendo el efecto de segmentación, basado en sus opiniones y así se va fraccionando a la sociedad, en lo que comúnmente se llama “grieta”, que no es un fenómeno local sino bastante universal y que permite el control social de los ciudadanos y la manipulación política para generar poder a determinados grupos que pueden organizar y financiar estas acciones. Cuando cada segmento se encierra emotivamente en sí mismo y no puede reflexionar sobre el conjunto, se vuelve muy manipulable. La segmentación va produciendo el sesgo de confirmación, que reconfirma nuestros preconceptos y nos va encerrando en grupos con ideas afines y refractarios a aceptar o dialogar con otras expresiones. El vendaval de actualizaciones permanentes (sesgo de actualidad) producen un bajo grado de “relacionamiento” con hechos anteriores, diluyendo las comparaciones. Terminamos así imitando y afirmando creencias para “encajar” con nuestros grupos sociales afines, para no desentonar (prueba social), lo que disminuye la libertad de discernimiento para cualquier debate racional. El odio es un síntoma de la hiper-fragmentación de las sociedades a partir de la hiper-segmentación en la manipulación del eco-sistema mediático.
Por todo ello, en la sociedad digital en la cual vivimos todo es bastante efímero y cambiante, que se manifiesta en una crisis de la verdad y de la mentira; no es fácil determinar el bien y el mal, porque todo es estructuralmente ambiguo, lo que crea dudas y desconfianzas permanentes. Al no haber verdades aceptadas, la sociedad se desintegra, no tiene una orientación. Son millones de seres teóricamente muy informados, pero en la cual el grueso vive desorientado y sin rumbo: eso facilita la mercantilización de la sociedad y en política, la manipulación y los manejos totalitarios, abiertos o encubiertos. Vivimos en una sociedad de la desconfianza, extensa e interminable.
Argentina sigue sin tomar conciencia que está inmersa en una guerra irrestricta global. Sus dirigentes creen que los problemas nacionales sólo se originan en las diferentes visiones ideológicas y que todo se reduce a un cronograma electoral.
Es grave pensar así. Los resultados están a la vista. Miremos nuestra sociedad empobrecida, que vive en una absoluta incertidumbre, que no tiene ningún rumbo, que sinceramente cree que esto es por el accionar del “otro”, sea quien sea el otro; una sociedad que es manipulada para indicar que el enemigo y culpable de todos nuestros males es, el “otro”. Debemos tomar conciencia y reconocer que estamos, desde hace décadas, inmersos en una guerra irrestricta, donde las agresiones en parte son del proceso globalista y en parte son auto infringidas; nos auto agredimos internamente; somos víctimas de nuestra propia agresión.
Larga es la lista de indicadores que nos muestran que estamos perdiendo esta guerra irrestricta; que nos está debilitando, fraccionando, y entregando, sin ofrecer resistencia alguna: finanzas (endeudamiento permanente); economía (inflación indomable, incertidumbre y falta de rumbo), educación (caída de niveles, facilismo, educadores desmotivados); social (alarmante crecimiento de la pobreza y la exclusión); seguridad ciudadana (delito en expansión, FFSS con bajo respeto social); drogas (avance del narcotráfico y del consumo interno); justicia (leyes desactualizadas, cuestionada socialmente y voluble a los vaivenes políticos); defensa (bloqueo ingles de repuestos para sistemas de armas; instalación de base militar extranjera en territorio nacional-Mount Pleasant-, falta de buques para la defensa de nuestros RRNN ictícolas); cultura (deformación de nuestro idioma en las escuelas); política (incremento de grieta, falta de una mínima unidad nacional); territorio (validación política interna de movimientos financiados por el extranjeros con intenciones de ruptura territorial); política internacional (seguidismo ideológico de potencias extranjeras, sin criterios políticos permanentes propios e independientes); comercio exterior (dependencia de commodities, contrabando y maniobras de sub y sobre facturación); “ayuda financiera externa” (dependencia pendular sobre temas estratégicos -central nuclear china y FMI, respectivamente-); leyes internacionales (aceptar empréstitos con jurisdicción extranjera); población (emigración de profesionales capacitados o emprendedores); identidad nacional (caída de la autoestima nacional, desvalorización de canciones y símbolos patrios, uso de banderas alternativas) y podríamos seguir.
La dirigencia en general sigue teniendo una visión pueblerina y atrasada de lo que sucede en el mundo. Si el pueblo sigue aceptando la permanencia de esta clase dirigente, aislada del pueblo, desorientada, defensora del statu quo de la decadencia, que sólo cuida sus intereses personales, sin intentar al menos, evitar el continuo deterioro del rumbo nacional, debería aceptar definitivamente nuestra decadencia permanente y definitiva. Es hora de elevar las miras hacia una Argentina con enorme potencial pero hoy, absolutamente impotente. Estamos muy lejos de aquellos tiempos de “Liberación o Dependencia” y demasiado cerca de los Nueve Círculos del Infierno. Solo siguiendo los preceptos del Bien Común y de los Intereses Nacionales podremos salir del laberinto en el cual seguimos encerrados desde hace varias décadas.
Fuente: Data Política y Económica