Edición n° 3323 . 27/12/2025

Argentina, en vías de ser un basurero textil: Se disparó la importación de ropa usada y de descarte

Según la fundación Protejer, en apenas un año, la ropa usada pasó a representar más del 11% del total de la indumentaria importada.

En 2022, el gobierno de Alberto Fernández levantó la prohibición a la importación de fardos de ropa de segunda. Sin embargo, en el último año, a partir de nuevas desregulaciones comerciales aplicadas por el Gobierno libertario, la llegada del descarte de la llamada fast fashión registró un salto sin precedentes. 

DIAGONALES

La Fundación Protejer señaló que en octubre de este año la importación de ropa usada creció un 26.538% interanual, a tal punto que el 11% de la indumentaria importada es de segunda o tercera mano. 

La preocupación no se centra en el consumo de segunda mano en sí, sino en la escala del fenómeno y la ausencia de controles integrales que podrían convertir a la Argentina en un basurero textil como el que existe en el desierto de Atacama. 

No se trata de “moda circular”, sino de recibir el descarte del fast fashion global. En otras palabras, Argentina corre el riesgo de recibir cada vez más y en grandes cantidades, prendas que otros países ya no pueden reciclar, reutilizar ni eliminar sin costos ambientales elevados.

“Cuando los volúmenes superan ampliamente la capacidad real de reutilización, el resultado es previsible: la ropa no se vende, se acumula y termina como residuo textil dentro del país”, advierten desde la Fundación. 

De acuerdo al relevamiento de ProTejer, hoy por hoy una parte significativa de los fardos que ingresan contiene prendas que están rotas o manchadas, no tienen trazabilidad, están compuestas por fibras sintéticas y pueden contener químicos potencialmente peligrosos.

Por ello consideran que exigir únicamente un certificado de desinfección, no resuelve el problema de fondo. A su vez, resaltan que cuando esas prendas no logran venderse, el costo de su descarte queda en manos del Estado. 

Finalmente, ProTejer hizo hincapié en el impacto sobre la industria nacional que no puede de ninguna manera competir con los precios de la indumentaria y el crecimiento de la informalidad laboral que acompaña el fenómeno de fast fashion. 

En conclusión, desde la organización advierten. con preocupación que Argentina podría hacerse cargo de un problema ambiental, generado por otros países, y convertirse así en un basuro textil global.