Argentina lleva más de cuatro décadas de continuas crisis sin encontrar un modelo sustentable en el tiempo, pero que a su vez pueda contener e integrar al total de la población. La contienda siempre permanente en la historia argentina entre un modelo agro exportador dependiente y un modelo autónomo de desarrollo industrial y pleno empleo no ha podido ser saldada.
( Antonio Muñiz ) Romper ese estancamiento requiere una estrategia de largo plazo, que vaya más allá de los shocks redistributivos pendulares, con distintos beneficiarios según la fuerza política que gobierne, como forma de solucionar los problemas socioeconómicos.El fracaso del modelo neoliberal financiero agro exportador, vigente, aunque con intervalos, desde 1976, nos llevó a esta crisis estructural que hoy padecemos. Esta situación de crisis permanente, debería llevarnos a pensar un nuevo modelo desarrollo productivo que tenga como objetivo una rápida industrialización y un programa de desarrollo social y económico sustentable e integrador.
Un poco de historia.
Muchos economistas e historiadores liberales sostienen todavía que las riquezas de la época agro exportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al promoverse la industrialización y la intervención del Estado en la economía, conduciendo así a la declinación económica del país, la inflación y la inestabilidad política que habrían imperado bajo el modelo de sustitución de importaciones, pero el análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. “El país fracasa porque no completa su ciclo de industrialización, y no porque se industrializa.” (1) Mario Rapoport.
El periodo que podemos denominar de industrialización por sustitución de importaciones (ISIS) duro desde 1930 hasta 1976. Algunos índices muestran lo dinámico que fue este proceso, así por ejemplo en el periodo 1955/65 el crecimiento fue del 34 % siendo desde 1966 hasta 1974 del 6 % anual.
Puede comprobarse que hubo cambios significativos en la matriz productiva: química, petroquímica, automotriz, metalmecánica, adquirieron una gran protagonismo. Todo el período, hasta 1976, puede definirse como un proceso que resultó incompleto debido a la falta de desarrollo de algunos eslabones productivos claves, e impidió una mayor diversificación y complejización de la estructura industrial argentina, generando una dinámica cíclica, conocida bajo el nombre de stop and go (pare y arranque).
En la fase de expansión crecía sustancialmente el mercado interno, aumentando las importaciones de bienes e insumos intermedios destinados a la industria, y por ende, la necesidad de divisas. Pero aumentaba también el consumo de bienes de origen agropecuario, debido a los mayores salarios que pagaba la economía y a los niveles de mayor empleo, con lo cual se reducían los saldos exportables. Cabe acotar que durante todo ese período hubo, a nivel internacional, un aumento constante de los bienes industriales y un estancamiento de los precios de las materias primas exportables, produciendo en la economía local un proceso denominado “deterioro de los términos de intercambio”.
Este desequilibrio en la balanza de pagos traía aparejado un estrangulamiento externo que, según las teorías clásicas, “obligaba” a un ajuste recesivo que se desencadenaba vía una devaluación cambiaria. Se reducía el salario real y el consumo, los saldos exportables crecían y las cuentas externas mejoraban porque crecían las exportaciones y se reducían las importaciones. De esa manera, el ajuste recesivo permitiría alcanzar un nuevo equilibrio y el ciclo se reanudaría nuevamente.
Sin embargo podemos decir que a pesar de las marchas y contramarchas en estos ciclos económicos, siempre el crecimiento del sector industrial fue positivo durante el período.
También en lo que respecta a las condiciones de vida, resultó evidente que durante este período el crecimiento económico fue acompañado por un desarrollo social mucho más incluyente con relación a los sectores de menores recursos, por una alta participación de los asalariados en el ingreso nacional y por escasos niveles de desocupación.
Pero este proceso se cortó bruscamente en 1976, impidiendo la consolidación del modelo y la superación de las trabas estructurales.
La interrupción del ISI no sobrevino por su agotamiento o fracaso, basta ver los números de la economía en todo el periodo. Para muestra también vale otro dato significativo es que mientras el porcentaje en 1960 de exportaciones de productos manufacturados fue del 3 %, en 1974 fue de un 24 % sobre el total de exportaciones.
El modelo de industrialización (ISI), permitió grandes logros durante el período 1930/76. Entre los primeros se puede mencionar una elevada tasa de crecimiento económico, el desarrollo de una clase media y un sector obrero con altos salarios, con bajos niveles de indigencia y pobreza y con tasas de desocupación mínimas. En síntesis una sociedad homogénea e integrada.
1976 y después es otra historia.
Con el golpe militar de 1976 empezó una larga noche para la Argentina. La aplicación de las ideas de Milton Friedman y la escuela de Chicago, las nuevas teorías monetaristas y el neoliberalismo que tuvieron a Argentina y Chile como los dos primeros experimentos.
A partir de esas políticas se modifica el régimen de acumulación, yendo hacia uno basado en la valorización financiera, donde la apertura económica, la apreciación del tipo de cambio, la desregulación y las privatizaciones fueron los ejes centrales. Las exportaciones vuelven a concentrarse en el sector primario y el crecimiento lo dinamiza los flujos de capital internacional y no en el mercado interno. El resultado lo conocemos: mayor pobreza y desempleo y un PBI per cápita en caída libre.
El resultado final es que desde 1976 a la fecha, Argentina fue uno de los países del mundo de peor desempeño económico y social. El PIB per cápita creció apenas 0,5% anual entre 1974 y 2019, una de las cifras más bajas del mundo.
La distribución del ingreso se “latinoamericanizó”, en tanto pasó de ser una sociedad rica e integrada, con una fuerte clase media y un índice de pobreza similar a países europeos a una nación con índices latinoamericanos, con cerca del 50% de su población bajo la pobreza.
Argentina fue también uno de los países del mundo que más se desindustrializó: entre 1974 y 2019 el PIB industrial per cápita se contrajo 23,4%. A modo de comparación, en Estados Unidos el producto industrial per cápita creció un 65,9% en el mismo período, en Alemania un 71,9%, en Japón un 133%, en Corea del Sur un 2456% y en China un 5829%.
Como resultado de todas estas políticas no sorprende que hayan caído todos los indicadores sociales como la formalidad en el mercado de trabajo, el acceso a la vivienda, o la salud, etc, tanto la pobreza estructural como la pobreza por ingresos se deterioraron significativamente. A modo de ejemplo, en 1974 la pobreza por ingresos en el GBA rondaba el 11% -medida con la vara actual del INDEC-. Para 2019 dicha cifra había superado el 35% y, pandemia de por medio, superó el 40%.
Más allá de la cháchara insoportable de los economistas liberales, que predican el ajuste perpetuo, las reformas laborales y previsionales, la “liberación de los mercados”, que no son otra cosa que la quita de derechos a los trabajadores o el endeudamiento externo constante para tener a la economía argentina encorsetada y atada a los grupo usureros globales. Todas medidas responsable del descalabro económico y financiero argentino, pero que sin embargo vuelven una y otra vez a someter a nuestro pueblo.
Durante 45 años hemos vivido bajo políticas neoliberales de ajuste permanente y sumisión a los organismos internacionales de crédito, con el resultado de una profunda desindustrialización, pobreza e indigencia y en una crisis casi permanente.
Una breve excepción tuvo lugar entre 2003-2015, período de recomposición de capacidades productivas que permitió retornar a los niveles de actividad industrial per cápita de 1974. Pero dicho proceso se desacelera, producto de la crisis mundial, a partir del 2011 y, particularmente desde 2015, con la desastrosa política macrista que vuelve a hacer caer la producción industrial. A nivel per cápita la industria retrocedió 17%, lo que pone a Argentina entre los países del mundo que más se desindustrializaron; la cantidad de empresas industriales -que había crecido con fuerza entre 2003 y 2011- retrocedió año tras año, calculándose que cerraron cerca de 25000 pymes en el periodo 2015/2019.
En este contexto, el actual gobierno, además de heredar una deuda externa irresponsable e impagable y sobre llovido una pandemia que afectó y cuyas secuelas todavía están presentes en la economía global, debe enfrentar el desafío de sacar al país de la crisis.
Así podemos resumir que las periódicas crisis productivas, económicas y financieras, muchas veces reales, otras muchas inducidas por los grupos de poder, han generado un profundo deterioro en las capacidades humanas, productivas y tecnológicas nacionales.
Como el mito de Sísifo, pareciera que nuestro país está condenado una y otra vez a repetir su historia de fracasos permanentes.
Revertir este proceso requerirá tanto construir un entorno macroeconómico estable como un nuevo modelo de desarrollo industrial que genere los incentivos para incrementar la inversión, las exportaciones, la innovación tecnológica, con salarios altos y desarrollo de un mercado interno.
A continuación, presentamos algunas ideas y propuesta para trabajar y profundizar, para el desarrollo de una agenda que permita salir de esta situación de estancamiento permanente.
Una agenda para el desarrollo
- Recuperar el Estado. Sin un Estado fuerte, o sea un estado desarrollador que regule y a su vez planifique el proceso de desarrollo y que direccione sus recursos hacia aquellos sectores más dinámicos y prioritarios es imposible encarar el camino del desarrollo.
Un estado fuerte tiene que tener un poder de control y regulación, a través de incentivos y castigos, Un estado “bobo” como el que tenemos hoy, que no tiene estructura ni siquiera para controlar precios o el abastecimiento, solo le sirve a los grupos monopólicos que hacen su negocio sobre las necesidades del pueblo y de la nación.
- Un modelo de desarrollo sostenible, tanto desde lo macroeconómico como en lo ambiental para el futuro requiere ante todo consensos y acuerdos políticos que involucren a todos los actores, tanto económicos, como sociales y políticos. Sin este acuerdo político planteado como un gran acuerdo nacional será difícil sino imposible implementar un modelo sostenible en el tiempo. Argentina, bajo gobiernos peronistas, tiene experiencias de acuerdos políticos y sociales.
- Integración territorial: es fundamental corregir un viejo error del modelo agro exportador, la macro cefalia urbana generada alrededor del puerto de Buenos aires. El desarrollo desparejo de la zona metropolitana AMBA, ha generado un área relativamente pequeña del territorio nacional pero donde concentra la riqueza, las industria y gran parte de la población. Como dato de esa desproporción CABA posee un PIB per cápita 6 veces mayor a las provincias más pobres Formosa y Misiones.
En un nuevo modelo de desarrollo es fundamental generar políticas que desconcentren y se ocupe de manera eficiente todo el territorio. Por un lado tenemos un Norte pobre, cuya población emigra hacia las áreas urbanas y por el otro un sur, desierto, ocupado por grandes terratenientes, muchos de ellos extranjeros, y con grandes recursos mineros, energía y alimentos. También es necesario ocupar el mar argentino, rico en petróleo y alimentos. Hoy ocupado por fuerzas de la OTAN, desde la base de Malvinas y saqueado por las grandes flotas pesqueras europeas y asiáticas.
- Aumentar los ingresos de los trabajadores, bajar la pobreza, las desigualdades, la precarización laboral y el desempleo requieren sí o sí que Argentina incremente su ingreso per cápita, en caída en la última década y directamente en el tobogán a partir de la crisis cambiaria iniciada en 2018. El crecimiento es fundamental para crear puestos de trabajo formales (aproximadamente, por cada punto que crece el PIB el empleo asalariado formal privado crece en 0,7%), y tales puestos de trabajo son la clave para mejorar los ingresos de las familias, reducir el desempleo y la precarización laboral.
- Generación y ahorro de divisas, vía aumento de las exportaciones y sustitución eficiente de importaciones:
Hay que tener claro que el problema del desarrollo tiene restricciones en el sector externo que históricamente han sido un bloqueo a cualquier política industrialista. Una economía dependiente requiere dólares para sostener el proceso, si no hay divisas, la moneda se devalúa, la inflación se acelera, los ingresos de los trabajadores retroceden, el consumo se desploma y, dado que éste explica más del 60% del PIB, la economía en su conjunto también lo hace.
Del mismo modo, por cada punto que crece nuestra economía, nuestras importaciones lo hacen aproximadamente en 2% o sea el doble!, de modo que necesitamos divisas para financiarlas y que el crecimiento no se trunque. Por lo tanto, una de las principales máximas a tener en cuenta es que necesitamos generar divisas sí o sí para incrementar la calidad de vida de nuestro pueblo.
En este sentido, esta agenda debe tener en cuenta como primera necesidad el aumento sostenido las exportaciones y como contraparte un programa de sustitución importaciones eficiente. Aquí es necesario tener un férreo control para evitar la fuga constante de dólares hacia el exterior, además de buscar herramientas de ahorro interno que eviten la fuga hacia el dólar ahorro. Generar herramientas financieras en pesos que puedan garantizar un rendimiento normal contribuirá a la consolidación de una moneda nacional y evitar la especulación frente al dólar y posibles devaluaciones.
Argentina tiene un enorme potencial exportador, no solo alimentos, sino también minería, pesca, energía, etc. en estos casos hay que romper la lógica extrativista y tener políticas de fomento para agregar valor a toda nuestra producción. Abrir mercados tanto para productos tradicionales como productos industriales, en ese sentido Latinoamérica es un mercado donde los productos industriales argentinos son altamente competitivos.
Los precios internacionales de los commoditys son beneficiosos para Argentina, es más la crisis global manifestada en estos días en el conflicto de Ucrania, bien utilizada genera oportunidades para nuestro país.
La experiencia de los gobiernos de kirchneristas 2003/15, el único período de movilidad social ascendente desde los años setenta, en el cual la pobreza pasó del 70% de la población -medida con la vara actual del INDEC- a menos del 30% y la desigualdad, el desempleo y la precarización laboral bajaron como no lo habían hecho en décadas. La condición de posibilidad de esa extraordinaria mejora de las condiciones de vida fue la triplicación de las exportaciones de bienes y servicios en una década (de 30 a casi 100 mil millones de dólares).
f) Creación de empleos. Necesitamos políticas productivas que estimulen el desarrollo de sectores que puedan crear puestos de trabajo de calidad y bien remunerados. En especial destinados a sectores hoy desocupados, de baja calificación, pero los más vulnerables en el mercado de trabajo.
Sería conveniente planificar la radicación de aquellas industrias, basadas en el armado. Estas industrias generan puestos de empleo, pero a un costo fiscal y precios internos altos. En ese sentido será necesario políticas de fomento de sustitución paulatino de parte importadas por nacionales, mejorando nuestra capacidad productiva pero mejorando nuestra balanza de pagos.
Dentro de la política de empleo es conveniente implementar programas de promoción e igualdad de géneros. En Argentina el sector transables están altamente masculinizados, y en muchos de ellos las oportunidades para las mujeres son limitadas. Agravado la situación por el alto porcentaje de trabajo en negro del sector femenino en la industria, donde tres de cada cuatro puestos de trabajo no está registrado y además en general con salarios menores que los trabajadores masculinos.
- Por último, la dimensión ambiental: debe quedar como premisa “no existe desarrollo posible si no es ambientalmente sustentable”. En ese sentido los modelos de desarrollo tradicionales no siempre cuidaron el aspecto medio ambiental. En general se fue pasando de una aptitud totalmente permisiva, con las consecuencias que estamos viviendo a modelos totalmente restrictivos. Están cuestionadas o directamente prohibidas muchas actividades como la minería a cielo abierto, las semillas modificadas, la ganadería, energía térmica, energía nuclear, etc, renunciando a oportunidades de desarrollo y empleo.
Es necesario un camino donde prime el sentido común y un equilibrio mesurado entre desarrollo y medio ambiente.
Una salida es el desarrollo de nueva energías, con tecnologías no contaminantes, eólico, nuclear, hidrogeno verde, etc, para apuntalar la eficiencia energética son algunas líneas de acción clave de cara al futuro, y que empiezan a ser incorporadas en el diseño de las políticas productivas.
Pegar un salto
Un programa de industrialización basado en la sustitución de importaciones es hoy relativamente posible, sin embargo tiene varias limitaciones: la primera y más clara es que argentina perdió cincuenta años de políticas neoliberales que no solo destruyeron gran parte del aparato productivo sino que además amplio la brecha entre los países ricos desarrollados y países pobres o sub desarrollados. Perdimos cincuenta años en la carrera por el desarrollo. El proceso de sustitución de importaciones es muy lento hoy para nuestras necesidades. Por lo que es necesario pegar un salto, recuperar el tiempo perdido. Y eso solo se puede hacer con un sólido programa de investigación y desarrollo, donde prime una cultura que busque nuevas tecnologías, nuevos procesos, nuevos modos de hacer las cosas, nuevos productos, etc, para elevar la productividad del trabajo.
Para que esto sea posible se requiere una política de estado que tienda a la construcción de una cultura emprendedora e innovadora.
Esta política debe incluir y darles protagonismo a los actores de la comunidad: empresarios, trabajadores, científicos e investigadores, ong, los distintos estamentos y organismos del estado, (universidades, Inti; Inta, Conicet, etc) y el sector financiero.
Argentina cuenta con los recursos humanos y materiales altamente calificadas, podríamos decir sin equivocarnos que Argentina es una fuente de iniciativa emprendedoras, sin embargo tiene uno de los índices de fracaso más altos del mundo, cerca del 80% fracasan dentro de los primeros dos años. Esto se debe a que por un lado la macro economía y sus continuas crisis quitan previsibilidad a los mercados, por el otro el nulo acceso al crédito para este tipo de iniciativas y la falta de un acompañamiento por parte del estado, sobre todo en los primeros años de vida del emprendimiento.
Las nuevas tecnologías 4 y 5G, la energía, tanto la convencional como las alternativas, los alimentos, la biotecnología, la industria farmacéutica y la salud, las tecnologías aeroespaciales y la industria de la defensa, minería, la industria automotriz y su cambio hacia la electro movilidad, etc, son ámbitos donde nuestro país tiene desarrollos interesantes y ventajas competitivas importantes desde donde construir una base de desarrollo futuro, que permitan saltar etapas en integrar nuestra gente en el trabajo, la educación, el consumo y los derechos ciudadanos.
Antonio Muñiz
Septiembre 2022