Javier Tolcachier*
Mientras el mundo parece encaminarse hacia una fuerte desaceleración económica, cercana a indicadores de recesión, la industria armamentista no aminora su crecimiento. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, el gasto militar mundial estableció un nuevo récord de 2,1 billones (millón de millones o trillón en notación inglesa) de dólares en 2021.
Esta cifra supuso el aumento de las ventas mundiales de armas por séptimo año consecutivo y representó el 2.2% del PIB mundial, destinando cada país una media del 6% del gasto público total a sus ejércitos, informó en Diciembre 2022 el SIPRI.
Esto ocurría ya antes de la guerra en el Este europeo, que ha llevado a un gasto militar significativamente mayor en 2022 por parte de la mayoría de los países occidentales.
Con anterioridad al inicio de la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania (Febrero 2022), el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, informaba en Junio de 2021 que ocho aliados (sobre 30 que conforman la alianza militarista) cumplieron la directriz de gastar el 2% de su PIB en defensa, cinco más que en 2014. Se calculaba entonces que el gasto militar total de la OTAN en 2021 superaría el billón de dólares.
Alemania proyecta ahora aumentar su presupuesto militar (mal llamado de “defensa”) en casi un 50%, pasando de un 1.4% de su PBI a un 2%, similar al incremento anunciado por otros países de la OTAN como España y Polonia. Lo cual indica el alineamiento con los requerimientos de los Estados Unidos de América, mandamás extracontinental de la alianza, de repartir más el gasto con los países europeos, reduciendo su participación cercana al 70% de la erogación total.
Lejos de pensar en cómo acercar la paz y desmilitarizar la convivencia humana en el planeta, la mentación de los estrategas continúa siendo la de “disuasión”, lo que implica una nueva ronda de “modernización” armamentista, incorporando la digitalización y la inteligencia artificial a nuevos sistemas de armas.
Así, las principales empresas aeroespaciales y de armamento están acelerando el desarrollo de sistemas integrados y autónomos, misiles guiados de precisión y defensa antimisiles, capacidades cibernéticas y digitales, y armas hipersónicas.
Esta ofensiva armamentista combinada con el aumento previsto de la desocupación y el mal empleo, la desmejora de las condiciones medioambientales y la cruel y desmedida concentración de riqueza, sumadas a la despiadada competencia por el poder geopolítico, auguran un horizonte de conflicto global generalizado.
¿Quiénes aumentan sus ganancias con los conflictos bélicos?
De las diez primeras empresas en el ranking mundial de ventas de armas, cinco son estadounidenses: Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon y General Dynamics. Le sigue BAE Systems, con asiento en el Reino Unido y luego ya aparecen 4 corporaciones chinas, con nombres menos conocidos pero ascendentes en la escala destructiva: NORINCO, AVIC, CASC y CETC.
Según las cifras disponibles, estos conglomerados facturaron montos casi equivalentes (46%) a las restantes 90 firmas listadas en el “top 100” del SIPRI.
Bien vale entonces mirar con detenimiento, quienes obtienen su ganancia monetaria con tamaña destrucción.
En el caso norteamericano, como era previsible, hay pocas sorpresas. Los principales accionistas de Lockheed Martin son tres grandes fondos de inversión, State Street Corp., Vanguard Group y Black Rock Inc. totalizando entre ellos casi un 30% de las acciones. Otro 45% es detentado por inversores institucionales menores, estando el resto repartido en paquetes accionarios privados.
Boeing, por su parte, es controlada en un 57% por fondos de inversión, estando entre los tres más prominentes, además de los ya mencionados Vanguard y Black Rock, el Newport Trust Co.
El tercero en la lista de productores de muerte es Northrop Grumman Corp, cuyo paquete accionario es controlado en un 85% por fondos de inversión, estando entre los primeros SSgAFunds Management, Inc., Capital Research & Management Co y, una vez más, el Vanguard Group.
Algo similar sucede con Raytheon, en la que 4 de 5 acciones está en poder de los fondos, siendo los primeros tres accionistas, nuevamente el grupo Vanguard, State Street Corp. y Black Rock.
El mismo esquema propietario muestra General Dynamics, con 86% en manos de inversores institucionales, entre los cuales destacan Longview Asset Management LLC, Vanguard y Newport Trust Co.
El resto de las acciones de estas compañías está compuesto por inversiones de particulares en la bolsa, mediados en general por consejo y acción de los bancos. Una parte pequeña (alrededor del 1%) queda en poder de los “insiders” – individuos que trabajan en las mismas empresas, por lo general, en posiciones de dirección.
También la mayor parte de las acciones de BAE Systems, con asiento en Londres, están en manos de grandes fondos mutuales, siendo los principales el Income Fund of America Inc., el Capital World Growth and Income Fund y el Capital Income Builder, Inc.
En el caso chino, la estructura propietaria es diferente y las principales compañías, consideradas estratégicas, pertenecen por completo al Estado.
Norinco (China North Industries Group Corporation Limited), entró en 2022 en el núcleo de las primeras cinco vendedoras mundiales de armamento. Produce desde tanques y aviones, armamento pesado y ligero, drones, artillería y un largo etcéteras de máquinas de muerte.
La Corporación Industrial de Aviación de China (Avic, por sus siglas en inglés) es una de las diez principales empresas del país. Su producción es muy diversificada, pero tiene fuerte incidencia en la fabricación de tecnología electrónica. En 2022, AVIC fue la segunda contratista mundial de armamento, con ingresos equivalentes a 79 mil millones de dólares.
La Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China (CASC) se dedica principalmente a la investigación, diseño, fabricación, pruebas y lanzamiento de productos espaciales como vehículos de lanzamiento, satélites, naves espaciales tripuladas, naves espaciales de carga, exploradores del espacio profundo y estaciones espaciales, así como sistemas de misiles estratégicos y tácticos. Al igual que las anteriores, pertenece al Estado.
Por último, la décima en el ránking del SIPRI es CETC (China Electronics Technology Group Corporation), que se dedica mayormente a la tecnología de inteligencia, incluyendo procesamiento de datos, reconocimiento facial, enjambre de drones, piezas y sistemas electrónicos para radares, misiles, componentes clave para satélites, entre otros.
Por su parte, las principales compañías productoras de armas en Rusia están agrupadas en el megaconglomerado estatal Rostec, oficialmente Corporación Estatal de Asistencia al Desarrollo, Producción y Exportación de Productos Industriales de Tecnología Avanzada Rostec, fundada en 2007. La organización comprende unas 700 empresas, que juntas forman 14 holdings: once en el complejo de la industria de armamento y tres en sectores civiles.
¿Qué impulsa el conflicto? ¿Qué cabe esperar a futuro?
El informe consultado[1] señala que en 2021 hubo conflictos armados activos en al menos 46 estados (uno menos que en 2020): 8 en América, 9 en Asia y Oceanía, 3 en Europa, 8 en Oriente Medio y norte de África y 18 en el África subsahariana.
A lo que se agrega el actual conflicto en Ucrania, que por momentos amenaza con escalar, al igual que las fuertes tensiones en el Mar de China.
Uno de los principales factores que impulsa la proliferación de armas es la exigencia de mercados y ganancias de las compañías productoras. Es muy conocida la captura del Estado por parte del conglomerado de empresas ligadas al armamentismo en los Estados Unidos de América – principal exportador y consumidor a la vez con un presupuesto superior a los 800 mil millones (38% del total mundial).
Por otra parte, el declive relativo de la otrora potencia dominante ha desatado una renovada carrera armamentista, intentando frenar el avance de competidores económicos mediante la amenaza, lo que lleva a éstos a su vez a incrementar sus arsenales.
A lo que se agregan el irracionalismo religioso, los separatismos, la exclusión social de vastos sectores, la criminalidad, el odio como bandera ideológica y las distintas variantes represivas neo-oscurantistas que van en aumento en muchos países, generando violencia y más violencia.
Hay también destellos de luz en varios lugares, con avances en acuerdos de paz como en Colombia, Yemen, Libia, Siria o Etiopía. Alentadoras son también las resoluciones de bloques como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con su declaración de Zona de Paz en 2014.
Del mismo modo, el aumento de adhesión formal al Tratado vinculante de prohibición de Armas nucleares ratificado ya por 68 países, la permanencia de zonas libres de armas nucleares, los esfuerzos de mediación de la Unión Africana, el retiro de tropas de Afganistán, los esfuerzos de pacificación en Burundi, Congo, Somalía, República Centroafricana y Sudán del Sur son algunos logros significativos.
Asimismo, existen numerosas iniciativas de desarme en Naciones Unidas, cuya lentitud, junto al bloqueo o la falta de adhesión o cumplimiento por parte de los principales actores involucrados, disminuye su eficacia.
El panorama actual no deja espacio para la duda. No cabe esperar, hay que actuar decididamente, convirtiendo el clamor de paz existente en los pueblos, el rechazo a la guerra, en una onda global.
En ese sentido, siguen vigentes los puntos que proclamara la Primera Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, que recorrió el mundo entre el 2 de Octubre de 2009 y el 2 de Enero de 2010, impulsada por el Movimiento Humanista y su fundador Silo.
“Para evitar la catástrofe nuclear futura debemos superar la violencia hoy, exigiendo el retiro inmediato de las tropas invasoras de los territorios ocupados, la reducción progresiva y proporcional del armamento convencional, la firma de tratados de no agresión entre países y la renuncia de los gobiernos a utilizar las guerras como medio para resolver conflictos.”
A fin de desplazar la influencia de aquellas fuerzas prehistóricas que dificultan el surgimiento del mundo del futuro, es preciso ir todavía más allá y abrazar la no violencia como actitud de vida cotidiana y permanente.
Ese mundo, esa actitud puede y debe nacer en cada ser humano y expandirse mediante la acción colectiva. Su tiempo es hoy.
(*) Javier Tolcachier es investigador del Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en agencia internacional de noticias con enfoque de paz y no violencia Pressenza