La Masacre de Pasco, ocurrida el 21 de marzo de 1975, en la localidad de Temperley, partido de Lomas de Zamora, fue el secuestro, tortura, fusilamiento y voladura de cuerpos de ocho militantes populares de la Tendencia Peronista a manos de la AAA. Enmarcada temporalmente, hacia finales de la década del 70´, cuando se promovía la instalación de un nuevo paradigma social y ubicada territorialmente en un ámbito enriquecido por el aporte de distintas expresiones políticas, Lomas de Zamora, donde funcionó una suerte de usina de las distintas manifestaciones militantes que luego tuvieron sus implicancias a nivel nacional.
En ese contexto, “Masacre de Pasco” adquiere una multiplicidad de significaciones. Por un lado, simbolizó un correctivo disciplinador para todo el conurbano sur, con la clara intención de aniquilar identidades colectivas tejidas a lo largo de la década del 60´y principios de los 70´.
También, Masacre de Pasco puede ser entendida como el último eslabón, previo al golpe, de una estrategia de aislamiento, debilitamiento y exterminio del “otro” no normalizado, implementado por el poder totalitario, tanto en el plano político como territorial. Desde el plano político, golpearon fuertemente el espacio de la Tendencia que había logrado una importante legitimación a nivel institucional en Lomas de Zamora, maniobrando la destitución de Turner, intendente de la Tendencia e interviniendo la Universidad de Lomas, un bastión de la JP.
Desde el plano territorial, desplegaron una estrategia de parálisis y miedo a través de marcajes, detenciones, secuestros, destrucción de unidades básicas, con el fin de romper las redes sociales y desvincular a los referentes de sus bases. En ese marco, Masacre de Pasco forma parte de una estrategia de aniquilamiento, previa al golpe, donde hubo una planificación previa.
Héctor Lencina, el primer secuestrado del grupo, era un concejal de la J.P. con amplio reconocimiento territorial: Asimismo, Germán Gómez, un referente barrial muy querido en la zona y Héctor Flores, el responsable del armado del barrio Los Pinos de Llavallol. Tanto Gladys Martínez como Aníbal Benítez eran militantes barriales que habían asumido un compromiso territorial. Los hermanos Díaz eran jóvenes simpatizantes de la J.P. y en el caso de Rubén Maguna hubo una confusión de nombres.
Finalmente, Masacre de Pasco preanuncia métodos que luego implementarían con total impunidad durante la dictadura genocida, como los fusilamientos y voladura de cuerpos, marca de la AAA que las fuerzas represivas absorberían, las zonas liberadas, la planificación previa por parte de un aparato de inteligencia local, el doble juego antitético de lo que se muestra y lo que se esconde
Las masacres tienden a ser perpetradas en secreto, ocultando y mostrando al mismo tiempo, desvirtuando en otros. Por ese motivo, la patota de la Triple A no sólo utilizó máscaras, sino que amedrentó a los vecinos a punta de pistola para que ingresaran a sus casas. Por otro lado, en un intento de visibilizar, escenificaron el lugar, no sólo a través de la magnitud de la masacre sino también mediante carteles colgados que daban cuenta de quienes habían sido los falsos responsables (ERP y Montoneros) en un intento de instalar la figura del delincuente subversivo.
El documental “Pasco avanzar más allá de la muerte”
La reconstrucción de la llamada Masacre de Pasco, a cargo de la docente e investigadora Patricia Miriam Rodríguez(*) derivó en un libro de nombre homónimo. La investigación, basada en la recopilación de fuentes orales, pero también fuentes escritas fue el disparador del film “Pasco, avanzar más allá de la muerte”, dirigido por Martín Sabio y estrenado en el Cine Gaumont , antes de la pandemia.
Narrado a través de la mirada de un grupo de alumnos y alumnas de la Escuela de Educación Media Nº15, “Vicente Sierra, el documental se propone reconstruir los sucesos enmarcados en un proceso de memoria-reflexión, donde se apunta hacia la historia reciente y se entremezcla con pareceres y subjetividades del presente.
La Escuela de Educación Media Nº15, “Vicente Sierra”, situada en el corazón del barrio, desde siempre funcionó como receptáculo de las distintas voces de los alumnos que aludían a un hecho traumático de la zona, conocido como Masacre de Pasco. La historia inconclusa y a veces tergiversada fue retransmitida oralmente de padres a hijos durante mucho tiempo. Resultaba necesario poner palabras al horror, investigar y visibilizar aquello tan significativo, ocurrido en la zona, interpelando el pasado para entender el presente.
La propuesta documental, plantea conectar a la comunidad educativa con la recreación de nuestra identidad territorial, a través del recorrido barrial de los jóvenes, rompiendo las artificiales barreras entre la escuela y la sociedad.
*Patricia Miriam Rodríguez / Docente e investigadora