El economista Ricardo Aronskind advierte en esta nota sobre la grave situación que el gobierno ha expuesto en relación a las negociaciones con el FMI, que plantean una seria encrucijada histórica. Aronskind sostiene que aquellos que tienen consciencia de esta dramática situación tienen que empezar a actuar, dejando de lado la concepción del partido demo-liberal burgués desentendido de la tarea política profunda.
( Por Ricardo Aronskind*(para La Tecl@ Eñe) Hace aún pocos días, el 5 de enero, el Presidente de la Nación y su Ministro de Economía convocaron a una reunión a todos los gobernadores del país, sin distinciones partidarias.
No se trató de alguna inauguración que habilitara la congratulación mutua, o del anuncio de alguna “buena noticia” de interés general. Ni tampoco un decorativo evento diplomático internacional.
Lo novedoso de este muy importante encuentro es que se trataba, ni más ni menos, que de poner al tanto al país sobre el estado de las críticas negociaciones con el FMI. La actividad, además, fue transmitida en vivo por diversas redes de comunicación.
Es decir, existió la voluntad del gobierno de exponer frente a toda la ciudadanía, una situación que dista de ser feliz, armónica o alentadora, y que tiene una enorme importancia para el futuro del país. Exponer el conflicto fue, sin duda, una decisión política.
Sin embargo, no asistieron los gobernadores que pertenecen a Juntos por el Cambio, que se autoexcluyeron. El boicot de la derecha política se entiende en el marco de la minimización que hace del endeudamiento que provocó y del daño que éste le provoca al desarrollo del país. En términos históricos, es la derecha argentina la que generó este ciclo largo de endeudamiento y dependencia financiera, que renueva en cada gestión presidencial que realiza.
Lamentablemente no se usó la cadena nacional para darle todavía más fuerza política al evento. El gobierno, en ese aspecto, se mantuvo fiel a su estilo “moderado”, y no le dio la importancia comunicacional central que tiene un conflicto que puede determinar el destino de la actual gestión.
Desde el punto de vista democrático no formal sino sustancial, representa un paso significativo en darle participación, al menos en materia informativa, al pueblo sobre decisiones que lo afectarán severamente. Estamos aún lejísimo de contar con un pueblo bien informado y bien preparado para analizar las consecuencias de las decisiones políticas y económicas. Pero no es frecuente, en nuestra historia, que se le ofrezcan elementos significativos para que pueda empezar a posicionarse activamente frente a su propia realidad.
“Sendero fiscal”
La exposición que realizó el ministro Guzmán fue sumamente clara, y planteada en términos comprensibles para gente medianamente informada. Realizó diversas consideraciones que le dieron marco al mensaje central, entre las que mostró que el FMI no había accedido a los pedidos argentinos de prolongación del plazo y de reducción de los intereses.
Cabe deducir de lo dicho por el Ministro que si bien el organismo internacional ha admitido recientemente que el enorme préstamo (injustificable en términos estatutarios del propio Fondo) había fracasado en sus objetivos, sigue sin tomar en cuenta la irregularidad institucional, la magnitud insólita del préstamo, así como tampoco el actual contexto mundial de pandemia y crisis económica.
El FMI ha vuelto a actuar nuevamente en el caso argentino –después de un breve período de flexibilización discursiva producto del miedo a la desestabilización económica y social que generó la pandemia del COVID en los países centrales- como un autómata ajustador sin capacidad de realizar análisis económicos serios, ni evaluar las consecuencias sociales y políticas de sus pretensiones.
Guzmán centró los puntos de discrepancia con el organismo internacional en el “sendero fiscal”, figura que representa el ritmo en que el Estado Nacional irá arribando a una situación de equilibrio fiscal (¿en cuánto tiempo?, ¿de qué forma?)
El “equilibrio fiscal” implica que el estado argentino se ponga en condiciones de recaudar lo necesario para comprar los dólares con que pagará los compromisos externos. Para el fondo, ese equilibrio se logra recortando gastos, no aumentando ingresos del fisco. El recorte del gasto público, según la mirada fondomonetarista, es doblemente beneficioso: por un lado genera recesión interna, con lo cual caen las importaciones, lo que permite que el país ahorre más dólares para pagar a sus acreedores, y permite que lo recaudado no se “desperdicie” en promover producción y empleo, sino en comprar los dólares al sector privado para pagar los compromisos externos.
Recordemos que dada la gigantesca deuda de corto plazo generada por el macrismo, se le exige a nuestro estado que esté en condiciones de afrontar los pagos de la deuda –también provincial y hasta municipal- no sólo con el FMI, sino con otros organismos internacionales (Banco Mundial, BID, Club de París, etc.), y también con los grandes acreedores privados, que son básicamente grandes fondos de inversión del norte. A esa enorme suma a vencer próximamente, hay que agregarle los 80.000 millones de la deuda privada acumulada por grandes corporaciones que operan en nuestro país, y que también requerirán dólares para pagar sus compromisos externos.
Se ha configurado un cronograma de vencimientos externos tan abultados que muestra una muy elevada probabilidad de que Argentina entre en default en los próximos años, cuando se terminen los “años de gracia” de la deuda con los privados y con el FMI.
Guzmán lo expuso con claridad: El gobierno argentino plantea compatibilizar la meta del equilibrio fiscal con la del crecimiento económico, o sea, proteger la continuidad de la actual reactivación en marcha, mientras que el FMI plantea avanzar rápidamente hacia el equilibrio fiscal –con todas las medidas complementarias para lograrlo-, lo que ahogaría ya mismo la reactivación, congelaría la situación social en su actual estado de extendida precariedad, y transformaría al Estado nacional básicamente en una aspiradora de recursos cuyo único fin es juntar dólares para enviarlos al exterior.
Cabe recordar que en la anterior ocasión en la que un gobierno -que pretendía ser progresista- decidió acordar con el FMI (1984, Alfonsín), no se le explicó a la población lo que se estaba haciendo, se retiró el tema de la deuda externa del debate público y se prefirió cambiar la agenda de temas económicos relevantes, alineándola discursivamente con los requerimientos del acuerdo con el organismo internacional. Es una advertencia: Si la deuda se dejara de discutir es porque ganaron los acreedores externos y sus socios locales.
Pero vale la pena resaltar el punto principal: El gobierno nacional le está diciendo a todo aquel que quiera enterarse que las negociaciones con el FMI no están bien, y que ese organismo, con respaldo de los Estados Unidos, está pidiendo que los argentinos posterguen, tal vez por una década, sus aspiraciones de mejora económica.
¿Se aprovechó esta oportunidad para generar un gran debate?
Es entendible que la derecha quiera minimizar la cuestión. Toda su propaganda apunta a echarle la culpa al gobierno, a Alberto, al kirchnerismo, al peronismo, de que las cosas estén mal. No hay ningún análisis económico detrás. No hay historia, porque no los absolvería. No hay mundo, porque ahí están sus amigos Trump y Lagarde. No hay pandemia, que sólo ocurre aquí. Hay puro ejercicio de la mentira diseñada con fines políticos, usando la gran máquina publicitaria con la que cuentan y la ignorancia a prueba de balas de su público fanatizado.
La deuda externa no existe, el sometimiento a través de las finanzas no existe, el mundo es bueno pero los argentinos son malos. Su aparato político hace maniobras de confusión, con supuestas argumentaciones “técnicas” para disimular su posición ajustadora. Además, han pedido que el gobierno les certifique que lo que pide el FMI sea efectivamente así. Juntos por el Cambio pone en duda lo que el Ministro Guzmán ha planteado, y está requiriendo pruebas de que lo que se relata es lo que ocurre realmente. No quieren depender de la versión oficial, de la que desconfían. Es que quieren respaldar realmente al FMI, y no a una versión “distorsionada por los K”.
No cabe duda alguna que la formación ideológica y los vínculos internacionales de Juntos los lleva a adherir incondicionalmente a las exigencias económicas del FMI y a las exigencias políticas de alineamiento internacional de los Estados Unidos, y rechazar las metas de mejora distributiva que plantea el gobierno actual. Pero hay algo políticamente más bastardo en este posicionamiento de JxC: Lograr a través de diferentes acciones que el gobierno actual se hunda aplicando las recetas económicas que ellos favorecen, así vuelven a ocupar el Estado y proceden a una etapa superior de entrega y vaciamiento.
Pero lo que SÍ sorprende es el comportamiento del gran espacio nacional y popular, que no ha visto en este notable acontecimiento de apertura de información relevante, una extraordinaria oportunidad para abrir un gran debate nacional sobre el rumbo del país, sobre por qué estamos así, y qué podemos hacer para evitar ser sometidos por organismos internacionales, grandes potencias (Estados Unidos y la Unión Europea) y sus socios locales, a una situación de penuria permanente, sin horizonte de progreso.
El contexto en el que discurrimos es que una parte significativa de la sociedad argentina sigue sin enterarse de lo que pasó con la deuda, ni entender qué está pasando y qué se está negociando, y mucho menos aún vislumbrar la complejidad de lo que se está jugando a futuro para su propia vida.
Y lo que se llama Frente de Todos, salvo honrosas excepciones, no está haciendo nada importante como tal para que crezca la consciencia colectiva del problema. Se comporta como lo que Perón descalificaba como “partido demo-liberal burgués”, o sea, como esos aparatos partidarios llenos de políticos profesionales, que una vez que obtienen el voto, se desentienden de la tarea política profunda para ceñirse a la tarea parlamentaria, las negociaciones de oficina, o la participación comunicacional que determinen los medios del régimen.
Señalamos en otras oportunidades que el estado de desmovilización lleva mucho tiempo y que no parecen existir iniciativas serias para poner en pie una organización que movilice las enormes energías y recursos humanos que tiene el espacio nacional y popular. Más allá del lamento cansador sobre las capacidades comunicacionales del enemigo, no surgen iniciativas importantes ni de organización, ni de movilización, ni de fortalecimiento, ni de contestación al discurso miserable de la derecha.
Se debe reconocer que el Presidente Fernández, que ha rechazado la confrontación e incluso la mera alusión a la existencia del conflicto social o político, ha estado muy osado en esta apertura pública de la información.
Si bien no ha expuesto todo, ha puesto cartas muy importantes sobre la mesa, que deberían disparar una andanada de definiciones, de debates y de formulación de escenarios posibles para las fuerzas populares.
Evidentemente, el Presidente ha percibido que las fuertes presiones norteamericanas vía FMI no son casuales, que apuntan a doblegar el alineamiento externo argentino, y ha entendido que las medidas que se le exigen a su gobierno van a comprometer la propia estabilidad de las autoridades nacionales.
La crisis nacional es profunda, pero no irreversible:
Esta situación con el FMI constituye una inmejorable oportunidad para un gran debate nacional… ¿A dónde estamos yendo? ¿Qué queremos que sea la Argentina? ¿Por qué estamos así? ¿Ante las presiones del sistema de poder global, sólo queda subordinarse? ¿Y si NO, cuáles son los caminos a seguir?
Pensé que debería usar la frase UN GRAN DEBATE NACIONAL, pero me doy cuenta que recurrir a expresiones prefabricadas tiene hoy varios problemas.
En principio porque hace rato que no se debate en serio en nuestro país.
No sólo con la derecha cipaya local, que está alineada geopolíticamente y no está dispuesta a debatir, fiel a su historia antidemocrática.
Tampoco hay debate serio en las diversas fuerzas que componen el Frente de Todos.
Parece que las ideas, las visiones de país, las propuestas concretas en todos los terrenos, no tienen mucha importancia. Se discuten personas, que encarnarían ideas, pero esa es una lectura parcial de la historia del propio peronismo.
Perón, sin duda, fue una figura personalmente formidable. Pero no era una personalidad carismática y vacía: Rebosaba de ideas sobre lo que había que hacer con el país, sobre la configuración del poder internacional, sobre la cultura, las mentalidades, los comportamientos de los actores sociales, etc. etc. Perón, sin ideas, no hubiera ocupado jamás el lugar que ocupó en la historia nacional.
Y a pesar de toda su dimensión, hubo otras grandes figuras de la política y del pensamiento argentino que debatieron con él, no sobre los objetivos nacionales, sino sobre los métodos para lograrlos.
El espacio que pretende continuarlo, en cambio, parece carente de ideas importantes, y sobre todo, completamente reacio a abrir el debate sobre qué hacer en este momento crucial de la Patria. A lo sumo, recurre a la idea de resistir… resistir… resistir, en una especie de hilo de resistencias interminables sobre una partitura histórica que ejecuta, implacablemente, la derecha local.
El campo nacional y popular parece haber extraviado la voluntad de poder y de cambio estructural que sí muestra permanentemente la derecha local, de la mano de sus socios mayores del norte.
La otra palabra que cuesta pronunciar es la palabra NACIONAL.
¿Qué es lo nacional a esta altura de la neo-colonización latinoamericana? ¿Quiénes encarnan esa lucha por la Nación, cuáles son sus objetivos? ¿Tiene sentido hoy esa lucha, o será mejor que con lo que queda de Argentina, las multinacionales hagan algo, a ver qué sale?
La derecha local tiene una ventaja: ya ha decidido. Sus dos ejes ordenadores son las políticas definidas por los norteamericanos, y la acumulación de capital sin importar qué ocurra con los humanos que habitan el territorio argentino. Ese es el marco de la lucha que todos los días tiene frente a sí el actual gobierno para conducir el país, contra la rapacidad salvaje de los actores económicos locales.
El espacio nacional, en cambio, no sabe cómo pararse frente a las fuerzas enormes de la globalización, frente a los socios locales de ese proceso en el que tanto hemos retrocedido, y frente a su propio gobierno, muy ambiguo sobre los caminos a seguir. Las bases se encuentran sin indicaciones ni orientaciones claras. Todo es confusión.
Pero volvemos al punto inicial: El gobierno nos ha dicho muy claramente que estamos frente a una seria encrucijada histórica. Casi la ha descripto, aunque sin subrayar su dramatismo.
Pero lo ha dicho.
Quienes SÍ tienen consciencia de los senderos que se bifurcan, de las implicancias históricas de los caminos a seguir, quienes conservan aún el anhelo de Nación soberana y de un país integrado, tienen que empezar a actuar.
Buenos Aires, enero de 2022.
*Economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento