Edición n° 3274 . 08/11/2025

Proyecciones 2026: El espejismo financiero y una estabilidad sin desarrollo

La calma económica actual y las mejores proyecciones del mercado responden al triunfo electoral del 26 de octubre y al respaldo explícito del Tesoro de Estados Unidos, que sostienen artificialmente la estabilidad cambiaria. Mientras tanto, el Gobierno consolida un modelo centrado en el ajuste, la especulación y el endeudamiento. Sin políticas industriales ni estrategias de empleo, la Argentina se encamina a un 2026 con estabilidad para los mercados y parálisis para la economía real.

(por Antonio Muñiz)


El 2026 se proyecta bajo un clima de optimismo financiero. Las consultoras y el Banco Central prevén una inflación inferior al 20 % anual y un dólar oficial en torno a los $1.800. Según Adcap Grupo Financiero, el riesgo país podría descender hasta los 400 puntos básicos si el Gobierno mantiene la disciplina fiscal y acumula reservas.

Sin embargo, detrás de esa narrativa de “éxito técnico” se esconde una economía sin rumbo productivo, sostenida por el ajuste y la especulación. El modelo de Luis Caputo busca estabilizar los números del balance nacional, pero no reconstruye la base industrial ni genera empleo. La estabilidad prometida tiene un beneficiario claro: los mercados.

Tapa del suplemento

El orden de los mercados, el desorden social

Las proyecciones de la City se apoyan en el control monetario, la apertura financiera y la reducción del gasto público. El objetivo es recuperar la confianza de los inversores y acceder al crédito internacional, pero la economía real sigue asfixiada.

Mientras los indicadores financieros mejoran, el consumo se retrae, el crédito productivo desaparece y la industria opera al límite. El Gobierno confía en la cosecha y en el flujo energético para sostener el tipo de cambio, pero carece de políticas para promover la sustitución de importaciones, la innovación tecnológica o el fortalecimiento de las PYMES.

Leonardo Anzalone, del CEPEC, definió el 2026 como “un año de transición, con menos nominalidad, pero sin margen para relajarse en materia fiscal ni cambiaria”. La advertencia resume el núcleo del modelo: menos inflación, más ajuste, menos Estado, más desigualdad.

Reformas a medida del poder concentrado

Las reformas que impulsa el Gobierno —laboral, impositiva y previsional— refuerzan un esquema regresivo. La reforma laboral flexibiliza derechos y debilita la negociación colectiva; la reforma impositiva aligera la carga sobre los grandes capitales; y la reforma previsional busca equilibrar las cuentas públicas a costa de los jubilados.

Bajo el discurso de la “modernización”, el programa traslada recursos del trabajo al capital financiero. No impulsa inversión ni valor agregado, sino que profundiza la dependencia de los flujos especulativos y del endeudamiento externo.

La deuda, la espada de Damocles

El endeudamiento público sigue condicionando el futuro. En 2026 y 2027 vencen más de 20.000 millones de dólares entre compromisos con el FMI, organismos internacionales y bonistas privados. Sin acceso pleno al financiamiento, el país deberá refinanciar bajo presión, asumiendo nuevas concesiones y ataduras.

El supuesto éxito del plan Caputo depende de que el capital externo continúe prestando a un país sin proyecto industrial ni superávit comercial sostenible. Una vez más, la estabilidad nominal se sostiene sobre la recesión y el sacrificio social.

Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE.UU. Mucha habilidad y escasos escrúpulos

El espejismo de la calma

Los indicadores pueden mostrar orden, pero es un orden contable, no estructural. La inflación baja porque cae la demanda, no por mayor productividad; el dólar se mantiene estable porque se derrumba el consumo, no porque aumenten las exportaciones.

Camilo Tiscornia, de C&T Asesores, considera que el escenario “más tranquilo” posterior a las elecciones permitirá una nueva baja inflacionaria. Pero ese equilibrio se apoya en un país paralizado: salarios licuados, industria detenida y empleo informal en alza. La calma financiera no es paz económica, sino el silencio de una sociedad exhausta.

El frente político: entre la fractura y la calle

El principal riesgo para los próximos años es también político. El ajuste sobre los sectores populares y la licuación del ingreso alimentan una conflictividad social creciente, expresada en protestas sindicales, piquetes y reclamos territoriales. La brecha entre el relato del “éxito financiero” y la realidad cotidiana se ampliara.

La oposición se endurecerá: el peronismo buscara reconfigurar su liderazgo mientras las organizaciones sociales pueden volver a las calle. Dentro del propio oficialismo, las tensiones internas podrían erosionar la autoridad presidencial. Si el Gobierno mantiene la lógica del ajuste sin redistribución, el 2026 podría transformarse en un año de fractura política y estallidos sociales.


Un futuro hipotecado

Mientras los mercados celebran la estabilidad, la Argentina real sigue en retroceso. El país se encamina a un 2026 con inflación más baja, pero con menos producción, menos empleo y más deuda. Un modelo que ordena los números del Estado al precio de desordenar la vida de la gente.

El espejismo financiero del Mileísmo es claro: estabilidad para los mercados, incertidumbre para el pueblo. Una economía que brilla en las pantallas de Bloomberg, pero que se apaga en los talleres, las fábricas y los barrios del país.

Antonio Muñiz