(*Emilia Trabucco)
Un nuevo aniversario de la partida física de Néstor Kirchner invita a dar algunos debates urgentes. La situación política actual en Argentina, marcada por la emergencia de Javier Milei y las consecuencias de 10 meses de su gobierno, plantea preguntas cruciales para el peronismo: ¿qué proyecto puede disputarle a una ultraderecha que logró capitalizar el descontento social? ¿Cómo lograr una síntesis política que no quede atrapada solo en el debate electoral? En este escenario, resulta necesario repensar los errores y los desafíos de cara a la construcción de un proyecto que vuelva a interpelar a las mayorías populares.
El peronismo no solo enfrenta una crisis interna sino que también parece encontrarse atrapado entre la crisis profunda de representación, la dispersión, el acuerdismo y el infantilismo de ciertos análisis, por un lado, y el puro electoralismo, por el otro. Como dijo John William Cooke en su crítica al radicalismo de su época, el riesgo es que el peronismo «se encierre en cuevas ideológicas», quedando ciego ante la realidad cambiante y sin capacidad de ofrecer una respuesta política efectiva. Cooke advertía que la falta de renovación política y el sectarismo aislaban a los movimientos, dejando espacio a otras fuerzas para avanzar.
Hoy, las reflexiones de Cooke adquieren vigencia, pero esta vez, también para repensar el peronismo. Cristina Fernández de Kirchner, que sintetiza indudablemente el acumulado político de 12 años de gobierno popular, ha planteado la necesidad de “ordenar” al movimiento, pero su aproximación a figuras como Aníbal Fernández y la tensión con dirigentes como Axel Kicillof en el medio de la interna del Partido Justicialista demuestran que el ordenamiento del peronismo enfrenta obstáculos. ¿Cómo se puede reorganizar el peronismo para evitar el colapso ante la avanzada de Milei?
¿Qué haría Néstor Kirchner en este contexto?
Es imposible evitar la pregunta: ¿cómo actuaría Néstor Kirchner ante esta situación? En 2003, cuando asumió la presidencia, Néstor enfrentó una Argentina sumida en la desintegración política, con un radicalismo colapsado y un peronismo fragmentado. Su estrategia no fue buscar atajos electorales, sino plantear una política de reconstrucción del Estado, del tejido social y, sobre todo, de un proyecto nacional basado en la soberanía y los intereses populares. Su postura firme ante la deuda externa y su capacidad para sintetizar las demandas sociales fueron claves para ordenar el caos.
Hoy, esa capacidad de síntesis parece estar ausente en un peronismo fragmentado, donde las internas no solo no se resuelven, sino que se agudizan. La pregunta que surge es: ¿puede el peronismo retomar ese camino y estructurar un proyecto que no dependa solo de fórmulas electorales, sino de la construcción de la unidad en base a un programa? Aquí radica uno de los mayores desafíos. Sin esa síntesis, las mayorías populares quedan desamparadas ante las propuestas de Milei, que prometen «desordenar la política» al estilo del Néstor de 2003, pero desde las antípodas, llevando adelante un plan de gobierno que profundiza las desigualdades sociales y se ha propuesto destruir los derechos conquistados de las mayorías trabajadoras, mientras los grupos concentrados se enriquecen exponencialmente.
La transversalidad como desafío y oportunidad
En este sentido, la transversalidad que Néstor Kirchner promovió en su momento debe ser reconsiderada. No se trata de volver a fórmulas ya probadas, sino de preguntarnos: ¿qué tipo de transversalidad puede reconstituir hoy el campo nacional y popular? La clave parece residir en salir del encierro y comprender las nuevas configuraciones del campo de la política, que vuelven urgente la tarea de reconfigurar las lógicas de construcción de poder y ampliar el campo de alianzas, siempre con la mirada puesta en las necesidades del pueblo argentino. ¿Qué conflictos estructuran la totalidad caótica actual? ¿Cómo articular una propuesta que no sea meramente electoral?.
Esta necesidad de alianzas pragmáticas plantea una tensión: ¿hasta dónde puede llegar el kirchnerismo en su intento por mantener el poder sin diluir su contenido político? El riesgo es que, al centrarse solo en ganar elecciones, se pierda la capacidad de reordenar políticamente al peronismo y de representar verdaderamente los intereses de las mayorías.
¿Qué conflicto ordena la política hoy?
Una pregunta clave para abordar esta discusión es: ¿qué conflicto ordena la totalidad caótica que vive hoy la política argentina? En tiempos de Néstor Kirchner, el conflicto principal era la soberanía económica frente al neoliberalismo de los ’90 y la deuda externa. Hoy, la claridad ante el conflicto parece diluirse, en medio de una política que se juega en las redes y plataformas digitales, en una batalla de construcción de relatos que abona al alineamiento de las bases en torno a antinomias, en el marco de una guerra de desinformación que la ultraderecha fascista instrumenta a su favor, bajo el objetivo de acaudillar distintos sectores sociales y conducirlos a pesar de representar intereses totalmente opuestos.
La crisis actual exige que el peronismo retome el legado transformador de Néstor Kirchner, quien, en un momento de profunda descomposición política, no recurrió a pactos coyunturales, sino que reconstruyó el movimiento y el Estado en función de los intereses populares. Hoy, ante la ofensiva reaccionaria que representa Milei, es imperativo articular un proyecto político basado en la unidad de las clases trabajadoras, que sea capaz de canalizar el descontento y retomar la senda de soberanía y justicia social que marcaron las presidencias de Néstor y Cristina en los inicios del siglo XXI.
Recuperar a Néstor frente a los desafíos de la época
Recuperar esta orientación implica, a su vez, una democratización de la participación política y la apertura de espacios donde nuevos liderazgos populares puedan surgir y fortalecerse. Los espacios de lucha –desde las universidades, los sindicatos y las calles hasta las redes sociales– deben convertirse en herramientas de construcción de poder real, un poder capaz de disputar y construir sentido popular frente al avance de un proyecto de ultraderecha fascista que busca reconfigurar la subjetividad de las mayorías en favor del capital.
Para enfrentar la avanzada de este programa -que en Argentina conducen los grupos económicos en complicidad con Milei, Macri y varias figuras del “peronismo”, el movimiento nacional y popular debe reconstituirse como un frente que aglutine las diversas fuerzas de las mayorías populares, unificadas en torno a un programa que retome las banderas de liberación nacional y popular. Sin este camino, las clases trabajadoras quedarán a merced de los discursos de odio y la desigualdad que profundiza la derecha, anulando el legado de conquistas y derechos que el peronismo del siglo XXI, el kirchnerismo, supo forjar en las últimas décadas.
*Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad. Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU