(Por Antonio Muñiz)
El ascenso de Javier Milei a la presidencia de Argentina marcó un hito en la política latinoamericana y mundial, reflejando tendencias globales que remiten tanto a crisis económicas recurrentes como al creciente descontento con las consecuencia del neo liberalismo y las élites políticas tradicionales.
Su figura y su relato se presentaban como opuesta al establishment politico tradicional y ha capitalizado un ambiente de polarización y desesperanza, prometiendo soluciones extremas ante problemas estructurales que el país no ha logrado resolver durante décadas. Esta situación debe analizarse en un contexto más amplio de crisis global, económica y financiera, de desilusión con la globalización y el retorno de ideas autoritarias y nacionalistas.
Crisis Económica y Descontento Popular
El colapso económico en Argentina, caracterizado por una inflación persistente, deuda pública insostenible y un prolongado estancamiento económico, ha sido el catalizador principal para el surgimiento de Milei. Al igual que en la década de 1930, cuando la Gran Depresión socavó las bases del liberalismo politico y económico en Europa y Estados Unidos, la crisis financiera de Argentina ha generado un ambiente de desesperanza que ha permitido el auge de una figura disruptiva y radical.
El contexto de la pandemia de COVID-19 exacerbó las debilidades estructurales de la economía argentina, que ya venía arrastrando altos niveles de deuda externa, déficit fiscal crónico y una clase política que no lograba implementar reformas efectivas. En este escenario, Milei supo canalizar el enojo de grandes sectores de la población, especialmente de la clase media y baja, que veían en él una alternativa a un sistema que consideran corrupto e ineficaz.
Este fenómeno se emparenta con la crisis de confianza que enfrentó el neoliberalismo tras el colapso de 2008, cuando la falta de soluciones para las masas perjudicadas por la crisis llevó a un resurgimiento de movimientos populistas y autoritarios en los países centrales.
Como venimos sosteniendo este surgimiento de movimientos de ultra derecha no son hechos aislados, ni accidentes históricos. Esta avanzada de estos movimientos ha sido planificada, organizada y financiada por los grande grupos económicos financieros, por ejemplo Blackrock y otros fondos buitres y empresarios como Steve Bannon o Elon Musk, empeñados en una cruzada política y cultural para resetear el mundo de acuerdo a su ideología y sobre todo a sus intereses.
Milei es, además de un emergente de la crisis argentina, el resultado de esta nueva oleada de la derecha global.
Polarización y Reformas Radicales
Ha basado su discurso en la promesa de desmantelar «la casta» política, apelando a la lógica del liberalismo extremo, proponiendo medidas como la dolarización de la economía, la privatización de empresas públicas y la reducción radical del Estado. Esta narrativa de choque con el statu quo canaliza un rechazo tanto al intervencionismo estatal como a las instituciones que muchos argentinos ven como responsables de la prolongada crisis.
Uno de los efectos inmediatos de la victoria de Milei ha sido la profundización de la polarización política en Argentina. Al igual que en otros países donde líderes de derecha han llegado al poder —como Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil—, el discurso de Milei ha fragmentado aún más a una sociedad ya dividida, enfrentando a quienes creen en su visión disruptiva contra aquellos que temen las consecuencias de sus políticas económicas y sociales.
En términos económicos, la implementación de las reformas propuestas por Milei podría tener efectos profundos. La dolarización, hoy abandonada por impracticable, reemplazada por la idea de canasta de monedas, por ejemplo, podrían estabilizar la inflación, pero también generar una crisis en el corto plazo al limitar la capacidad del país para manejar su política monetaria, pero sobre todo por el alto costo social que caería sobre la espalda de la población. Todo el plan de Milei de ajuste permanente y destrucción del Estado puede parecer una solución rápida, pero corre el riesgo de exacerbar las desigualdades sociales y aumentar la tensión y el conflicto social. El desmantelamiento de programas sociales, la privatización de servicios esenciales y la falta de un plan claro para enfrentar la inflación, la restricción externa y la deuda publica, podrían agravar las tensiones sociales en un país donde la pobreza afecta a casi la mitad de la población.
En lugar de construir un sistema más inclusivo, estas políticas buscan profundizar la brecha entre ricos y pobres, creando un ambiente propicio para mayores conflictos internos y abriendo las puertas a una etapa de violencia política.
El Resurgimiento del Autoritarismo y el Desprecio por las Instituciones
Otro aspecto crucial que debe considerarse en el gobierno de Milei es su actitud hacia las instituciones democráticas. En línea con otros líderes de derecha, Milei ha cuestionado repetidamente el valor de las instituciones que regulan el poder y garantizan las libertades civiles. Su discurso beligerante contra el Congreso, el Poder Judicial y los medios de comunicación es un patrón recurrente en movimientos de derecha que, bajo el pretexto de combatir a las élites corruptas, terminan debilitando los derechos y garantías, así como las instituciones básicas necesarias en una democracia.
El peligro de este enfoque radica en que, bajo un contexto de crisis económica y social, se erosionen los derechos fundamentales y las instituciones democráticas. En la década de 1930, la respuesta autoritaria a las crisis económicas llevó a la consolidación de regímenes totalitarios, que prometieron estabilidad y orden a costa de las libertades. Hoy, la tentación de concentrar el poder bajo líderes fuertes, que se presentan como «salvadores» del caos, sigue siendo un riesgo latente en muchas democracias, incluida Argentina.
Fragmentación y Nacionalismo Económico
El ascenso de Milei no solo tiene implicaciones para Argentina, sino que también forma parte de una tendencia global de fragmentación política y económica. Al igual que los movimientos autoritarios de la década de 1930 que llevaron, sobre todo en Europa, a un nacionalismo agresivo que desembocó en la segunda guerra mundial. Esta nuevas derechas amenazan con desintegrar las alianzas económicas y políticas, como por ejemplo la Unión Europea, que han sostenido la estabilidad global desde la posguerra.
Si bien Milei promueve, a diferencia de otros lideres, una versión extrema del liberalismo, que la lleva hasta el planteo de destrucción del estado, también lo aleja de una defensa de los intereses nacionales y apunta a una desconexión de Argentina de los acuerdos multilaterales o una ruptura abrupta con organismos como el Mercosur o los BRICS, que van a generando un aislamiento aún mayor al país y debilitan su posición en la arena internacional.
Un Futuro aciago para Argentina
El gobierno de Javier Milei representa tanto una consecuencia del fracaso de la democracia argentina en dar respuesta a las demandas de su sociedad con una sucesión de crisis periódicas, como un reflejo de las tensiones globales en torno al fracaso del neo liberalismo y la globalización.
Sus políticas prometían un cambio radical, sin embargo hasta hora es mas de las mismas políticas económicas que ha sufrido, con intermitencias, la Argentina con los resultandos de fracasos conocidos.
Los riesgos asociados a su enfoque disruptivo, su empecinamiento ideológico y su incapacidad política, están teniendo costos enormes, tanto en términos económicos como democráticos.
Como ocurrió en la década de 1930, el colapso de las instituciones democráticas abre la puerta a movimientos autoritarios que prometen soluciones rápidas, pero a menudo terminan debilitando las estructuras democráticas y exacerbando las crisis sociales.
Argentina se encuentra, como el mundo en general, en una encrucijada. El éxito o fracaso del gobierno de Milei dependerá no solo de su capacidad para gestionar sus políticas y cumplir sus promesas, sino sobre todo de las respuestas de las instituciones, los movimientos políticos y de la sociedad civil frente a una propuesta que, aunque popular entre algunos sectores, plantea no solo un riesgo real de destrucción de todo el entramado socio productivo, un peligro para la estabilidad democrática y que arrastre al país a una crisis terminal.
ANTONIO MUÑIZ