Caputo hace méritos para pasar a la historia como «procer» del capital especulativo, mientras que Milei -descartada la dolarización-busca un ancla que marque el punto de «no retorno» de su modelo de concentración económica
( Raúl Dellatorre / Página 12 / Motor Económico ) Los «buenos indicadores financieros» no necesariamente anticipan «una mejor situación económica a futuro», como sugirió José Luis Espert, diputado por LLA, esta semana en un tuit posterior a la reunión que mantuvo a solas con el presidente de la Nación. Desde otros enfoques, señalan que por el contrario, la euforia financiera es un reflejo de la distancia cada vez más marcada que existe entre el nivel de actividad de la economía real y los resultados que se obtienen en los negocios bursátiles o en la plaza cambiaria. Un divorcio que no es novedoso, pero que conviene repasar para no quedarse con conclusiones que, por apresuradas, resulten inevitablemente erróneas.
El gobierno de Javier Milei se autoimpuso la meta de alcanzar los equilibrios macroeconómicos como objetivo más urgente, resignando la necesidad de dar respuesta a una contracción de la economía creciente, el deterioro de los ingresos de la población, el desempleo que emerge como resultado de la actual situación y, por supuesto, un ritmo de aumento de la desigualdad que arrojará niveles de pobreza y marginalidad en marcado ascenso.
Ahora, la pregunta es: ¿está alcanzando esa meta? Por el lado del resultado fiscal, ya fue reiteradamente señalado que los resultados superavitarios en las cuentas fiscales de enero y febrero tuvieron que ver más con haber pisado ciertos gastos a los que inevitablemente deberá volverse en algún momento (transferencias a provincias, deudas a prestadores por el suministro eléctrico), y una caída real en los salarios de trabajadores estatales y haberes de jubilados, dejados muy atrás por el aumento de los precios. Es decir, la licuación de salarios que el propio Milei celebra. ¿Se podrán sostener en el tiempo estos mecanismos de «ahorro» fiscal?
Por el lado de las divisas, la sostenida acumulación de dólares por parte del Banco Central (más de once mil millones comprados en el mercado oficial de cambios desde que asumió Milei) parecerían señalar un resultado auspicioso. Sin embargo, las cifras de la balanza de pagos al 31 de diciembre pasado, elaboradas por el Indec, muestran un llamativo aumento de la «Deuda externa de Sociedades no Financieras» en el último trimestre de 2023, del orden de los 4737 millones de dólares. Deuda externa fundamentalmente privada y que, se estima, tiene origen en las importaciones no pagadas durante ese período.
Siendo así, no puede descartarse que esa cifra haya crecido aritméticamente en los meses de enero y febrero de este año, dado que la sequía de divisas para importadores no sólo se extendió, sino que en un determinado momento y durante no menos de sesenta días, el actual gobierno puso en cero la salida de dólares del Banco Central para atender deuda privada con el exterior.
De modo tal que ese superavit de divisas que muestra el gobierno es un resultado positivo a medias, ya que se genera también por no pagar los compromisos corrientes que surgen del intercambio comercial. Que en algún momento hay que pagar.
Con relación a eso, el analista e investigador financiero Alejandro López Mieres recordó que «el Banco Central tiene en su pasivo una deuda en dólares de más de 9000 millones, que corresponde a los Bopreal suscriptos por los importadores con deuda comercial con el exterior». Este instrumento, recordó el investigador del Ipypp (Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas), no fue creado exclusivamente para cancelar la deuda de los importadores, sino como un mecanismo de cobertura (una suerte de seguro de cambio) que le permite a los deudores comerciales comprar –contra pago en pesos– un bono emitido por el Banco Central que se irá pagando a su vencimiento en dólares, o bien podrá aplicarse anticipadamente en pesos pero al valor del dólar de ese momento.
Mientras tanto, es una deuda en dólares que asume el BCRA a cambio de no entregar divisas de sus reservas a los importadores que quieran comprárselas. Así, el Banco Central genera superávit de divisas en lo inmediato pero asume una deuda en dólares a futuro, y a un futuro no muy lejano. La conclusión es que, en estas condiciones, este segundo superávit, el cambiario, tampoco es sostenible.
Estrategia oficial y negocios financieros
Esta semana, el ex viceministro de Economía y ex titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara Baja Roberto Feletti, publicó un tuit que presentó bajo el título «Caputo, prócer del capital financiero». Se refiere a la «costumbre» del ministro a generar con su gestión económica «beneficios financieros desmesurados», tanto en la anterior bajo el gobierno de Mauricio Macri como en la actual.
En el caso actual, Feletti hace referencia a otro dato que surge del mismo informe sobre Cuentas Internacionales del Indec, según el cual «los residentes en el exterior disminuyeron sus carteras de títulos de deuda nominados en dólares al cierre de 2023», con respecto al trimestre anterior. Si hubieran decidido pasarse a bonos en pesos que ajustan por el coeficiente CER (en base a la tasa de inflación), habrían obtenido «una rentabilidad en dólares del 40%» en menos de tres meses.
Esto podría haber ocurrido, si esos residentes en el exterior hubieran comprado el Boncer 2026 que «aumentó entre el 1 de enero y el 25 de marzo un 56,9%, en tanto que la cotización del dólar contado con liquidación subió 10,9 por ciento en el mismo período», repasa Feletti. Tal maniobra financiera, hecha a tiempo, le habría rendido al inversor una ganancia de 41,5 por ciento en dólares en menos de tres meses.
«Si compraron bonos con CER para aprovechar la rentabilidad desmedida en dólares, ¿es porque no le creyeron al gobierno que iba a dolarizar y bajar la inflación?, ¿o porque tenían información privilegiada del sendero de la política económica?», pregunta Feletti en su tuit, que no duda de que si «alguna vez el capital financiero hace su propio Salón de los Próceres, el ministro Caputo tendrá allí un lugar preponderante».
López Mieres, consultado por este diario, comparte la observación de Feletti y corrobora que este período de gestión Milei-Caputo ha permitido generar operaciones con ganancias exorbitantes en dólares. «El sector financiero vive una fiesta, aunque la economía real se encamine a la ruina, situación que no es nueva», advirtió. Pero hizo un señalamiento más.
«La baja de tasas de interés, con un dólar estable, además de licuar los agregados monetarios, es un mecanismo de inducción para que los capitales vayan hacia los títulos del Tesoro que ajustan por inflación, como el Boncer». Mientras la expectativa de inflación sea mayor que la tasa ofrecida por los bancos en un plazo dijo y mayor a la expectativa de devaluación, los bonos indexados resultan atractivos. «El gobierno se afirma así en su principal argumento de política macroeconómica: la no emisión y el financiamiento del Tesoro, si lo necesitara, por vía del mercado», agrega López Mieres.
Pero, según el analista, «Milei está dando algunas señales más sobre el sendero de su política económica y monetaria. Ya no habla de dolarización, sino de una competencia de monedas. ¿Qué es esto? Interpreto que se para firme sobre la emisión cero, pero no sólo la anula para financiar al Tesoro sino también para la economía endógena que generan los pasivos monetarios. Sólo habrá emisión para la compra de dólares, es decir que el único mecanismo de inyección de dinero en la economía será cuando le venden dólares al Banco Central. De igual manera, la venta de dólares del Banco Central será el mecanismo de retirar pesos de la economía», razonó.
«Entonces, si el único mecanismo de monetización es a través de la compra de dólares del Central, esto es lo mismo que la convertibilidad. Es una nueva convertibilidad, quizás con la diferencia de que en vez de un tipo de cambio fijo, el uno a uno en aquel momento, ahora puede haber cierta flotación sucia, con un dólar que fluctúe pero no tan libremente», concluyó López Mieres. Por ahora, agregó, el cepo no se levantará «porque es funcional a alcanzar ese objetivo» e incluso ciertas restricciones podrían mantenerse en ese eventual futuro esquema.
Habrá que considerar, sin embargo, que el panorama, en lo inmediato, no es muy favorable a que el gobierno logre su objetivo. La insostenibilidad de los «superávit gemelos» y una inflación que todavía le está resultando difícil de domar al gobierno, pese a la extendida recesión que le juega a favor de ese objetivo, no parece despejarle el sendero a Milei para llegar a su soñada nueva convertibilidad.
En cuanto a las perspectivas económicas y sociales, esta propuesta oficial no estaría orientando hacia una trayectoria en forma de V (tras la actual recesión, rebote en el piso e inicio de un crecimiento sostenido), sino hacia una profundización de la crisis y un posterior estancamiento en condiciones de marcada desigualdad social, con una economía reducida en cantidad de empresas y más concentrada (una trayectoria en forma de L).
Así lo señalan, también, la experiencia del modelo de convertibilidad en el país y varios estudios realizados al respecto. El resultado esperable de estos esquemas es mayor dependencia externa, mayor concentración del poder económico, salarios baratos, mayor pobreza y marginalidad. Podría interpretarse que es el modelo buscado por Milei, el interrogante es si la realidad económica y social le pondrá un freno en el camino.