( Por Héctor Amichetti*)
A tan sólo unas horas del comienzo del año 1969, la CGT de los Argentinos decidió enviar a modo de balance, un mensaje a los Compañeros y Compañeras:
“El año que acaba de transcurrir deja en nosotros y en ustedes un sabor amargo. Durante 1968 el imperialismo aumentó su penetración, la oligarquía consolidó su poder, las fuerzas armadas acentuaron su papel de custodios de una minoría rapaz adueñada por la fuerza de las riquezas y los derechos.
El costo de vida que ya había subido un 30% en 1967, siguió subiendo a pesar de los salarios congelados. El 6% de reajuste real concedido por el gobierno de los monopolios es la consagración del hambre. Las enfermedades y la desocupación invadieron nuestros hogares. Esto no es sólo una consecuencia de las políticas de su gobierno, es también el fin de esa política. Se trata de tucumanizar el país, de extender las ollas populares y el analfabetismo para entregarnos indefensos al dominio extranjero.
Se acercan nuevas batallas. Sepamos librarlas sin desaliento, sin miedo. Sepamos recorrer hasta el fin el camino que nos hemos trazado, junto al pueblo, por la revolución del pueblo”.
El General Juan Carlos Onganía se había apoderado del gobierno mediante un golpe militar e intentaba desde el 29 de junio de 1966 “estabilizar” la economía con las mismas fórmulas que habían probado Raúl Prebisch en el año ’56, Roberto Verrier en 1957, Arturo Frondizi en 1958, Álvaro Alsogaray en el ’59 y Federico Pinedo en 1962. La nueva dictadura había provocado en forma deliberada una devaluación del peso de más del 70% durante el período transcurrido desde el inicio de su gestión, creando condiciones ideales para que fondos extranjeros se apropien de empresas nacionales constituyendo monopolios que pasaron a controlar en forma directa el poder real.
Adalbert Krieger Vasena, gerente de varias multinacionales y encargado de tramitar el ingreso de Argentina al Fondo Monetario Internacional tras el derrocamiento del gobierno democrático y popular de Juan Domingo Perón, conducía el Ministerio de Economía desde marzo de 1967; trataba de convencer a los ciudadanos acerca del éxito de su política económica por la tendencia inflacionaria descendente, cierto equilibro fiscal en base al incremento de los impuestos y reducción del gasto público y el abaratamiento del costo laboral que garantizaba mayor productividad y fabulosos aumentos de ganancias para las grandes empresas.
“Todos debemos hacer sacrificios y conformarnos con un cachito menos de lo que recibimos”, ordenaba Krieger Vasena, palabras que provocaban la indignación popular cuando el semanario de la CGT difundía el incremento de las ganancias reflejado en los balances de algunos poderosos grupos patronales a lo largo de 1968: Ingenio y refinerías San Martín de Tabacal había aumentado un 30% sus ganancias, Pirelli un 50%, Compañía Italo Argentina de Electricidad un 130%, Ingenio Ledesma un 180%, Gurmendi un 220%.
En contraste, los trabajadores y trabajadoras sólo habían recibido un aumento del 20% en 1967, un inapelable congelamiento salarial a lo largo de 1968 y el anuncio de un miserable 8% en bruto para todo el año 1969.
La reducción del salario real acarreaba una fuerte caída del consumo y estancamiento de la economía en general.
Esa delicada situación económica con sus graves consecuencias sociales, alimentaba el descontento popular, revalorizaba la unidad en la acción en torno al Programa del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos y fogoneaba la reacción contra el tiránico régimen que sobrevendría en los meses posteriores y que tendría en el Cordobazo su expresión culminante.
SINDICALISMO DE LIBERACIÓN
Entre el 28 y el 30 de marzo de 1968, en la sede de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), sesionó el Congreso Normalizador de la CGT con el objetivo de elegir una nueva Comisión Directiva de la central obrera, en homenaje al gran dirigente del gremio de la sanidad, compañero Amado Olmos, fallecido dos meses antes en un trágico accidente automovilístico, se impuso su nombre al evento.
Un grupo importante de sindicatos que desde el golpe militar habían estrechado vínculos con el dictador Onganía (Luz y Fuerza, Unión Obrera Metalúrgica, entre otros), a los que se denominaba “colaboracionistas” y “participacionistas”, sabiendo que estaban en minoría para la elección de autoridades, directamente no concurrieron o se retiraron durante la primera jornada de deliberaciones.
Fue así que se eligió una nueva conducción legítima de la Confederación General del Trabajo que por supuesto nunca fue reconocida por el dictador Onganía, Rodolfo Walsh comentaría de esta manera los hechos: “No habían transcurrido veinticuatro horas cuando los que se habían alejado del Congreso acudieron a los ministerios a impugnarlo. No habían transcurrido dos meses cuando formalizaban en Azopardo una CGT paralela. Pasaron quince meses, y la CGT intervenida, ya sin edificio ni personería, ingresaba a la clandestinidad. Junto con docenas de dirigentes, Raimundo Ongaro estaba preso”.
Raimundo había sido elegido Secretario General, ante la muerte de Amado Olmos, el dirigente gráfico pasaba a ser “el mejor de los nuestros”, como lo afirma hasta el día de hoy el ferroviario Lorenzo Pepe, quizás el único sobreviviente de aquel respetado núcleo de sindicalistas combativos. La Unión Ferroviaria, en la figura de Antonio Scipione integró el Secretariado de esa Comisión Directiva junto a Amancio Pafundi de UPCN, Pedro Avellaneda de ATE, Enrique Coronel de La Fraternidad, Benito Romano de FOTIA, Jorge Di Pascuale de Farmacia y Ricardo De Luca de Navales.
De aquel histórico Programa del 1º de Mayo enarbolado por la que pasaría a la historia como CGT de los Argentinos con sede en el edificio de la Federación Gráfica Bonaerense, cabe destacar los planteos centrales acerca de que la propiedad sólo debe existir en función social; el derecho de los trabajadores a intervenir en la producción, administración de las empresas y en la distribución de los bienes; la nacionalización de los sectores básicos de la economía como son el comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, los frigoríficos y la siderurgia; el no pago de las deudas firmadas a espaldas del pueblo; la expulsión sin compensación de los monopolios; una reforma agraria que cumpla con el postulado de que la tierra sea de quien la trabaja y el derecho de los hijos de los obreros a todos los niveles de educación.
Pero también, y fundamentalmente, el amplio llamado a todos los sectores de la sociedad afectados en sus intereses por el saqueo y la entrega de la nación, en ese sentido vale rescatar este párrafo del Programa:
“La C.G.T. convoca en suma a todos los sectores, con la única excepción de minorías entregadoras y dirigentes corrompidos, a movilizarse en los cuatro rincones del país para combatir de frente al imperialismo, los monopolios y el hambre. Esta es la voluntad indudable de un pueblo harto de explotación e hipocresía, herido en su libertad, atacado en sus derechos, ofendido en sus sentimientos, pero dispuesto a ser el único protagonista de su destino”.
VIGENCIA
Si trasladáramos 46 años en el tiempo los puntos programáticos y la muy abarcativa convocatoria formulada en mayo de 1968, bien podríamos reiterarla en esta República Argentina que desde diciembre del año pasado tiene un gobierno que en nombre de la “libertad” se propone destruir el rol del estado y desintegrar la nación para favorecer la entrega de los preciados recursos naturales al capital financiero internacional, que en función del sagrado equilibrio fiscal está licuando jubilaciones, suspendiendo obra pública y recortando al extremo la redistribución de recursos fiscales hacia las provincias, que abre importaciones de manera indiscriminada y pulveriza el poder adquisitivo de los ingresos de las familias trabajadoras montando aceleradamente un escenario de hambre, desocupación y pobreza.
Es un plan de entrega y miseria planificada al que le han puesto el rótulo de “Revolución Libertaria” que tiene como objetivo atrasar más de 100 años el reloj de la historia para volver al país agroesportador dominado por una oligarquía servil a los intereses británicos.
Caputo y Milei no son Krieger Vasena y Onganía pero sus características de personajes antidemocráticos y vendepatria en mucho se asemejan, tanto ayer como hoy no puede haber entendimiento de las mayorías con un experimento que persigue la disolución nacional, la destrucción del estado y la organización popular con la supresión generalizada de derechos colectivos.
En una carta enviada a Ongaro desde su forzado exilio en Madrid el 5 de abril de 1968, una semana después del Congreso Normalizador, Juan Domingo Perón saludaba a la nueva conducción de la CGT por haber salvado “el honor peronista”, vale el recuerdo en este minuto complejo de la historia en el que se hace necesario emprender un nuevo camino orientado a la salvación nacional, quizás la experiencia de la CGT de los Argentinos adaptada en el tiempo sirva de guía, ratificando la imperiosa necesidad de concretar la unidad en la acción en torno a un programa mínimo de intereses comunes de todas la fuerzas terrenales, nacionales y populares dispuestas a revertir -una vez más- el siniestro plan de recolonización de nuestra patria, respaldado en esta ocasión por las endemoniadas “fuerzas del cielo”, según anuncian los modernos aprendices de tiranos que usufructúan los votos de una inocultable insatisfacción democrática.
* Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores de la CGT.