“…si todo discurso es situación, incluso aquellos que pretenden ser universales, se hace necesario que éstos se contextualicen, ubiquen en una realidad definida…” Alfredo Carballeda
( por Pablo Diotto – Coordinador de la carrera Tecnicatura en Gestión Comunitaria de Riesgo, de la facultad de Trabajo Social de la UNLP. Profesor titular de la materia Gestión de Riesgo y Matrices de Desarrollo)
Otra vez llueve, como una y otra vez volverá a llover en La Plata, en su ordenado casco y en su caótica periferia.
¿Como llovió en el 2008 en Villa Elisa…alguien recuerda como llovió en el 2008 en Villa Elisa? o en el 2013, el 2 de abril.
Y otra vez hablaremos de la excepcionalidad del fenómeno, «de los xx milímetros que llovieron en xx tiempo», «que en xx llovió lo que en un mes», otra vez mediremos el evento, en este caso la lluvia, desde distintas ópticas y entraremos en preciosismos técnicos: milímetros, cotas, isobaras e isohietas, como fugas del lenguaje a terrenos que transitan los entendidos de los desastres para tomar distancia de aquello que parece ya inexorable: la criminalidad de nuestro modelo de desarrollo, de ocupación territorial y de distribución y producción.
Tendremos que contaminar miles de litros de agua para tener los metales que llevan nuestros teléfonos móviles, desertificar y rociar con agroquímicos millones de hectáreas para alimentarnos y tener ingresos en el Estado por la exportación o hacinarnos en grandes e inviables metrópolis, siempre al borde del colapso donde solo el 3% de los municipios en Argentina1 tiene planes locales de contingencia frente a estos eventos.
Solo una pequeña parte de la población, justamente aquella que toma las decisiones sobre las mayorías en este modelo acumulador y desigual, pasa por estas lluvias urbanas con indiferencia, las transita secos y cómodos.
Son los que planifican nuestras vidas en comunidad, en el centro, desde el poder, son los dueños de la pelota. En las periferias, cada vez más grandes, profundas cada vez más masivas, las lluvias son una parte más de la naturalización del desamparo y abandono, de la expresión brutal y materializada de la inequidad de este modelo, único, deshumanizado y destructivo.
Vendrán las campañas de nuestro solidario pueblo, movilizaremos voluntades, nos acompañaremos en la emergencia…saldrá el sol y las urgencias serán otras ( o las mismas) pero sin lluvia, el desastre tendrá una expresión de menor visibilidad, pero cotidianamente ira siendo el escenario dende se construye la nueva emergencia para la próxima lluvia, y seguiremos sin políticas públicas, a tientas, quizás con algún plan técnico de notables que dormirá en un cajón y que nadie conozca ( como el desempolvado de algún cajón de Garro, el del de la UNLP) y lloverá otra vez, de manera » excepcional», y así, como Sísifo cada día recomenzaremos a este ciclo que hemos naturalizado, y volveremos a la falta de planes, al gerenciamiento versus el gobierno, a la » gobernanza» territorial frente a la gestión comunitaria, a la eficiente administración de la carencia.
¿Cuán cerca estuvimos entre las 19 y las 22 hs del 19 de marzo del 2024 de no tener otro 2 de abril del 2013? ¿cómo se comportó la ciudad, el territorio de cara a una tormenta? ¿Según los modelos de simulación teóricos?
Hemos decidido pensarnos como una ciudad que no se mira como inundable, y en el mejor de los casos, se despliegan dispositivos de emergencia a través de cuerpos especializados, ante una comunidad que es siempre y como puede, la primera respuesta solidaria de cuidado (como lo hace ante la emergencia alimentaria) pero que antes y después de cada lluvia, a pesar de cada lluvia necesita al Estado responsablemente activo y presente. Otra vez, llueve.
1 Bello, Omar, y otros. (2020). Planificación para la reducción del riesgo de desastres en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, CEPAL.