Edición Especial/ #motorcumple7
( por Mara Espasande * #motorcumple7 ) En plena campaña electoral poco se debate en torno a la agenda internacional de los/as candidatas presidenciales. Sin embargo, los posicionamientos son claros y -como en el resto de los aspectos de sus programas- contrapuestos. A pesar de la flagrante ausencia de lineamientos básicos en política exterior en su plataforma política –donde solo aparece mencionada en vinculación a la reforma de la segundad nacional-, el candidato presidencial de La Libertad Avanza Javier Milei anunció que en caso de alcanzar el gobierno,la Argentina saldría del MERCOSUR, rompería relaciones con Brasil y China; y no haría efectivo el ingreso de los BRICS. Sin llegar a exabruptos tales como hablar de ruptura de relaciones diplomáticas, Juntos por el Cambio también expresó que impediría el ingreso a los BRICS. De las fuerzas políticas más votadas, Unión por la Patria es la única que expresa un programa distinto: ingresar a los BRICS pero, ante todo,fortalecer el MERCOSUR –en alianza estratégica con Brasil-, la CELAC y la UNASUR.
Pero, ¿por qué es tan relevante poner en el centro del debate a esta cuestión? Para quienes nos formamos en la matriz del pensamiento nacional latinoamericano, aprendimos de nuestros maestros y maestras que los grandes problemas nacionales solo pueden resolverse en el marco de la consolidación de la unidad latinoamericana. Manuel Ugarte, Jorge Abelardo Ramos, Alberto Methol Ferré, Arturo Jauretche, Alcira Argumedo, entre otros y otras, nos enseñaron que América Latina era una “nación desmembrada” y que el único camino para hacer frente a los avatares –pasados y presentes- causados por las apetencias imperialistasy ejercer plenamente la soberanía, era la unión continental.Esta perspectiva unionista, lejos de ser pura retórica, a lo largo de la historia se encarnó en proyectos concretos. Los más recientes, en los primeros años del siglo XXI, bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández, mediante el fortalecimiento del MERCOSUR, la creación de la UNASUR y la CELAC; en el siglo XX, durante la presidencia de Juan D. Perón con el proyecto –que no llegó a concretarse- del ABC; pero debemos retrotraernos al siglo XIX para encontrar el primer intento de construcción de un Gran Estado Suramericano.
El 6 de julio de 1822 Bernardo Monteagudo -en nombre de José de San Martín- y Joaquín Mosquera, -por Simón Bolívar- firmaron el Tratado de Amistad y Unión Perpetua entre Perú y Colombia, que incluía los actuales territorios de Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá. Suscripto pocos días antes del encuentro de los dos grandes libertadores en Guayaquil, no se trababa de un acuerdo más. Era la expresión de la voluntad de la unidad continental de los líderes más importantes de la gesta libertadora hispanoamericana.
Este documento, pocas veces recordado, constituye un verdadero manifiesto de la historia de la construcción de la ciudadanía latinoamericana y puede ser considerado, sin dudas, el primer tratado de unidad sudamericana, antecedente de los sucesivos intentos de formación de los bloques regionales del siglo XX y XXI, desde el MERCOSUR hasta la UNASUR y la CELAC.
El Acuerdo establecía la plena unidad en el campo militar, económico y, también, político. Nos interesa aquí, detenernos en un artículo que puede pasar desapercibido pero,consideramos, encierra grandes enseñanzas y un mensaje de esperanza para los tiempos que corren. Se trata del artículo 4° que enunciaba: “los colombianos serán tenidos en el Perú por peruanos y estos en la República de Colombia por colombianos”. Con estas sencillas palabras aquella generación revolucionaria dejó plasmado su proyecto, no solo de igualdad de derechos civiles, sino también, el espíritu de hermandad entre los pueblos suramericanos que acompañó sus luchas.
Pero, ¿por qué recordar hoy, en pleno siglo XXI este Tratado? Desde tiempos inmemoriales se dice, con razón, que “la Historia es maestra”. Y lo es. También, algo de cierto hay en aquella fórmula escolar de “la historia sirve para comprender el presente” (aunque es discutible aquello de “no repetir errores del pasado” ya que, sabemos, las grandes desgracias de nuestra Patria no se deben, las más de las veces, a “errores” sino a acciones planificadas y ejecutadas por quienes son beneficiados).Sin embargo, desde finales del siglo XX y la crisis de la modernidad, el vínculo profundo de los pueblos con sus pasados ha sido puesto en jaque a punto tal que muchos compatriotas parecieron incorporar aquella afirmación del canónico filósofo europeo de que los pueblos latinoamericanos son “pueblos sin historia”.
Por eso es necesario revisar, rescatar, volver a contar, nuestra larga y rica tradición histórica de lucha por la construcción de sociedades libres, justas e igualitarias. Volvera 1822 implica mirar un momento en el cual se produce un quiebre histórico. Se estaban librando las últimas batallas de la independencia. América era, finalmente, libre. Pero, ¿sería soberana? Tanto San Martín como Bolívar consideraban que la unidad continental era requisito indispensable para la defensa de la independencia, de la libertad, pero también de la soberanía. Fue por esto que, luego de la victoria de Ayacucho, Bolívar intentará concretar este proyecto mediante la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá.
Pero en toda América, se habían desatado una serie de enfrentamientos internos que, accionar imperialista mediante, impedirían la realización de dicho programa político. Fue allí, en esos años, donde se definió la suerte del siglo venidero: un siglo de guerras civiles, genocidio y nuevas dominaciones coloniales. De la mano con la formación de los Estados-nacionales oligárquicos, América se fragmentó y los pueblos se enemistaron. Aquella búsqueda humanista de “sean considerados los colombianos en el Perú por peruanos y, los peruanos en Colombia, por colombianos”, sucumbió ante la mirada racista de las minorías portuarias que impusieron en cada rincón de Nuestra América países para pocos.
Más de 200 años después –nuevamente en un momento históricobisagra- el vínculo entre los pueblos latinoamericanos sigue siendo objeto de debate. “Nuevas” (y viejas) fuerzas políticas vuelven a insistir en aquello de que somos pueblos sin historia; que las soluciones para los problemas nacionales deben encontrarse en otras latitudes del globo; y que, cuánto más alejados estemos de los países del Sur –del Sur global y del Sur americano-, más posibilidades tendremos de alcanzar el ansiado “desarrollo”.
Pero, como la Historia es maestra, sabemos que la derrota en 1826en la construcción delos Estados Unidos del Sur, fue uno de las causas de la dependencia de nuestros países y, por ende, de muchos de los problemas sociales y económicos que aun hoy tenemos. Es por esto que, si buscamos construir de realidades más justas y dignas de ser vividas, tendremos que retomar la tarea inconclusa de reconstruir aquella Nación latinoamericana sin la cual el ejercicio de la soberanía plena resulta imposible.
* Historiadora, directora del CEIL “Manuel Ugarte” de la Universidad Nacional de Lanús.