Por: Ricardo Ragendorfer@Ragendorfer
Ya se sabe que la tv es, entre otros servicios a la comunidad, una factoría de celebridades fugaces y sin hazañas a la vista. Tanto es así que una de sus más recientes criaturas es un tal «Alfa» –tal como se hace llamar Walter Santiago–, el sexagenario de la casa de Gran Hermano (Telefe) que suele cubrir su calva con vistosas bandanas. Hasta entonces no había sido más que un lumpen de clase media, cuya única actividad fue merodear por décadas la periferia del Jet set criollo y fotografiarse con sus referentes. Ahora el público ya lo conoce.
Pues bien, el amor acaba de tocar su puerta, así como lo consignan casi a coro no solo los programas de chimentos sino también la prensa considerada «seria». Por cierto, la afortunada es una veinteañera menuda y chispeante a la que identifican como la influencer (profesión imprecisa, si las hay) Delfina Meza Wagner. Una notable primicia.
En este punto es necesario retroceder unos meses.
Mein Kampf
El reloj marcaba las 20:52 del 1 de septiembre de 2022 cuando, de pronto, alguien con una pistola Bersa calibre 22 gatilló dos veces sobre el rostro de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, sin que las balas salieran.
El agresor, Fernando Sabag Montiel, fue detenido en ese momento; su novia y cómplice, Brenda Uriarte, recién a las 48 horas.
Ella, de 23 años, supo tener sus 15 minutos de fama a fines de julio, cuando se viralizó su imagen al ser entrevistada con Sabag por un móvil de Crónica TV, mientras vendía copos de azúcar sobre la avenida Corrientes. En esa oportunidad se despachó contra los planes sociales.
Durante la noche del 4 de agosto, otro móvil de Crónica TV los abordó en una calle de Tigre. Y fue Sabag quien esta vez hizo uso de la palabra para denostar a CFK y a Sergio Massa. Brenda solo sonreía.
Ningún televidente imaginaba que, a la mañana de ese jueves, el tipo había participado del «escrache» a Massa en las inmediaciones del Museo del Bicentenario, antes de su jura ministerial.
Ni que la facilitadora de aquellas entrevistas –simuladamente casuales– fue la buena de Delfina, devenida en ocasional panelista de dicho canal, desde cuya pantalla cultivó el hábito de convocar a las violentas performances de las falanges ultraderechistas Nación de Despojados y Revolución Federal, siendo compinche de su caudillejo, Jonathan Morel, en algunas epopeyas callejeras.
Lo cierto es que el fallido magnicidio de CFK puso en foco el ruidoso submundo fascista que circula en el perímetro porteño y bonaerense, del cual ella es en una tenaz animadora.
En rigor, se apellida Maza a secas, ya que «Wagner» es el pseudónimo que eligió en homenaje al compositor favorito de Hitler, su «héroe», algo que acostumbra a expresar por diversos formatos sin un ápice de pudor.
Lo prueban los intercambios de ideas que tuvo en su canal de Youtube con el diputado bullrichista Francisco Sánchez, cuyo imaginario lo sitúa a la diestra de Atila, y la admiración que le profesa a Alejandro Biondini, nuestro Führer de entrecasa. No menos ilustrativos son ciertos conceptos teóricos que suele postear en su cuenta de Twitter, por caso: «¿Cuál es la diferencia entre una pizza y un judío? Que la pizza no grita cuando la metés al horno».
Una lástima que la jueza federal María Eugenia Capuchetti, a cargo del expediente del magnicidio en grado de tentativa de CFK, no haya investigado el alcance de su lazo con Sabag y Uliarte, soslayando de esa manera su posible conocimiento y/o participación en los preparativos.
Los socios del silencio
Ahora, en cambio, semejante personaje está en el candelero por otro asunto, un tema del cual se hicieron eco los medios nacionales de mayor circulación. «Alfa y Delfina Wagner fueron sorprendidos a los besos en un boliche», fue el título al respecto del portal Infobae, cuya cobertura incluía un video alusivo, que también fue exhibido por varios programas de TV, además de viralizarse en las redes sociales. ¿Acaso –como diría Roberto Galán– se ha formado una pareja? Lo cierto es que una jauría de cronistas y movileros se lanzó a la pesca de su confirmación. Así es que esta bella historia fue reflejada, casi en tiempo real, hasta por prestigiosos diarios como Clarín y La Nación. A su vez, la web de la revista Gente pudo dar el gran paso, al revelar: «Alfa, ex Gran Hermano, oficializó su noviazgo con Delfina Wagner, a quien le lleva 41 años de edad».
Esto último fue algo muy abordado por los opinadores del romance. En ese sentido, a la vanguardia de las críticas se puso la periodista Nancy Pazos desde el magazine A la Barbarossa (Telefe).
No le fue a la zaga la panelista de LAM (El Trece), Estefanía Berardi, solo que su discusión con Delfina en el piso del programa terminó con ambas endilgándose, mutuamente, líos de bragueta.
En definitiva, la diferencia de edad entre la joven enamorada y el galán maduro fue la única objeción al vínculo entre ellos, algo que se extendió como por un reguero de pólvora hacia la opinión pública.
Del pensamiento y del activismo político de ella –que hasta incluye una razonable sospecha sobre su rol en uno de los hechos más graves desde la restauración de la democracia–, ni una sola palabra.
Sin embargo, este silencio lo dice todo. Porque acaba de naturalizar así, al menos en el star system, una ideología que ofende a la condición humana.
La banalización farandulera del fascismo ya está entre nosotros. «