( Por Verónica Sforzin */ Especial / #motorcumple6Soberanias) El impactante grado de monopolización de la comunicación y las tecnologías conlleva a una crisis, no solo del sistema político institucional, sino dela viejaforma de gobierno llamada “democracia”. Como dice Noam Chomsky[1]: “El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntarnos por el tipo de mundo y de sociedad en la que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad.”
Argentina no escapa a esta situación mundial y de cara a las próximas elecciones es imprescindible hacer un diagnóstico de cuáles son las debilidades estructurales en las cuales nos encontramos desde el proyecto Nacional y Popular. Hablar de tecnologías y comunicación sin duda es hablar de soberanía. La región que soñamos tiene en su seno el problema científico – tecnológico, para lograr la tan anhelada soberanía y liberación.
El sistema de desinformación social y la crisis de la democracia
Uno de los grandes problemas en el mundo en la actualidad en el sistema de desinformación en el cual las sociedades abiertas como la nuestra están inmersas.
El sistema de desinformación se constituye mediante una saturación de información, la cual es abundante y constante, provocando en las poblaciones, reacciones, distorsiones en la percepción; y perturbaciones psíquicas (Han, 2014). Este fenómeno no es intrínseco a la hiper-conectividad que permiten las Redes Sociales o el Internet de las Cosas, sino que se constituye en relación a otros mecanismos que hacen al estado de situación de las relaciones internacionales de poder.
Incluso en el “Informe de la Relatora Especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión” de la ONU se llega a la conclusión de que:
La desinformación es un fenómeno complejo que presenta múltiples facetas y tiene graves consecuencias. Destruye la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas. Prospera cuando los regímenes de información pública son débiles y el periodismo de investigación independiente es coartado. Quita poder al individuo, robándole su autonomía para buscar, recibir y divulgar información y formarse opiniones. En el mundo de las plataformas, el individuo es considerado un usuario, no un titular de derechos con capacidad de acción. [2]
La falta de una gobernanza global de internet, la no regulación de la misma por parte de los Estados nacionales y la imposibilidad de incidir en cuestiones estructurales del funcionamiento de la red por parte de las organizaciones libres del pueblo, son algunos de los problemas causantes de que se instale en la red una lógica de negocios basada en una explotación intensiva de la atención de la población, generando este sistema global de desinformación.
Este fenómeno hace a la expansión de la lógica corporativa de las Big Tech que necesitan de la hiper conectividad de la población para la extracción de los Datos, pero también esta conectividad les permite desplazar al Estado del monopolio de las ideas.
Como nunca antes en la historia, la población tiene un acceso ilimitado a la información, fluye de manera inmediata, sin mediaciones y universal. Es una información inconexa, sin un hilo narrativo, para nosotros, los consumidores. Cuando nos pasamos minutos y horas viendo reels, historias o noticias incidentales en nuestro celular, esto se nos representa como “el mundo en sí” y éste es un mundo sin sentido, en al cual se sabe mucho de todo, pero nada de lo importante.
Esta saturación genera, como desarrolla Chibey[3] tres riesgos: lainfoxicación, lo cual implica “un exceso de información incapaz de ser absorbida o discriminada; es decir, una intoxicación que sufre el sujeto con relación a su capacidad de discriminar la información recibida”. La infodemia“un gran aumento del volumen de información relacionada con un tema en particular, que puede volverse exponencial en un período corto debido a un incidente concreto como la pandemia actual”. Y por último el cansancio de la información”, este último riesgo el autor lo toma del filósofo norcoreano Byung- Chul Han.
Este autor describe el “Information Fatigue Syndrom” –IFS- como una enfermedad psíquica que se produce por un exceso de información. Los síntomas son: parálisis de la capacidad analítica, la depresión y la incapacidad de asumir responsabilidades.
Desinformación sumada a los mundos parcializados que montan los algoritmos de las Redes Sociales, construyen, como ya lo han estudiado muchos, sociedades cada vez más polarizadas. Son sociedades que no se enfrentan entre los desposeídos y los grupos de poder concentrados y las oligarquías; no se produce por las situaciones materiales de exclusión: desocupación, aumento de la pobreza, achicamiento de la estructura productiva, sino que esta polarización solo beneficia a los grupos concentrados de poder, es legitimada e incentivada “desde arriba”, para fragmentar, dividir las sociedades y enfrentar a la población entre sí.
El descontento social frente a situaciones materiales de exclusión cada vez más extremas, es interpretado por la sociedad como problemas naturales, problemas debidos al exceso de control de los Estados, problemas causados por la corrupción, problemas sin resolver de las generaciones pasadas, entre las que más se destacan; lecturas que imposibilitan la comprensión acabada de la causa geopolítica, política y económica de la misma: imposibilitan la lectura de los intereses en juego y de los modelos sociales que disputan la conducción y la hegemonía.
Al ser el fenómeno de la desinformación problema sistémico, ya que hace a las relaciones de poder actuales, no es una “anomalía” o un “exceso”, sino que es un fenómeno social que está íntimamente ligado a la lógica de acumulación de las Big Tech, por lo que la capacidad social o de los gobiernos de poder contrarrestarlo implica un debate respecto del desarrollo de las nuevas tecnológicas y del problema de la gobernanza de internet.
Soberaníay democracia
La pérdida de soberanía comunicacional y tecnológica es una debilidad geopolítica ya de por sí, pero mucho más grave en estos momentos históricos en donde la disputa entre los principales proyectos de poder se amplía de lo económico, político y militar hacia lo psicológico y subjetivo como nunca antes gracias a las nuevas tecnologías.
No tener soberanía tecnológica y comunicacional implica no poder dirigir y conducir el flujo de información y de ideas dominantes sobre un territorio y en la actualidad implica perder la dirección acerca de la construcción de subjetividad social. Internet, herramienta tecnológica que permite comunicarnos e informarnos y construir nuevos parámetros de expresión; también se convierte en una caja de resonancia de ideas fuerza. En nuestra región, una de las pocas a nivel mundial que no reguló en las últimas décadas estas tecnologías, podemos observar una hegemonía de plataformas extranjeras, con sus lógicas de negocios.
El problema de la tecnología y la comunicación actual es un problema estructural que afecta a las democracias, ya que perturba directamente la capacidad de elegir libremente del pueblo en los procesos electorales. Ya son muchos los que han escrito (y todavía hay que analizar más en profundidad) los injerencismos en los procesos electorales y como éstos influyen a favor de los candidatos de los grupos de poder concentrados. También es lo digital y lo comunicacional un instrumento utilizado para generar manipulación social en los casos de lowfare en América Latina.
No es menor observar que es un problema estructural y estratégico, ya que pensar, desde el campo nacional y popular, que el problema solo radica en incorporar una nueva tecnología, es igual a querer ser dominante en el campo del enemigo.
La región y en especial en Argentina nos debemos un profundo debate respecto del rol del Estado y la comunidad en internet y lo digital. Un debate que tiene que ser impulsado y conducido por los Estados y tienen que estar convocados los sindicatos y las organizaciones libres del pueblo, para construir de manera democrática las herramientas de regulación e intervención en este terreno digital. Solo de esta manera lograremos impulsar un modelo tecnológico y comunicacional que represente los intereses de nuestras naciones.
Es a partir de esta construcción de soberanía que las organizaciones libres del pueblo, así como los medios comunitarios pueden ir ganando grados de apropiación de la tecnología (no solo su utilización), para lo cual tiene que trabajarse desde tres aspectos: 1) la regulación estatal 2) el desarrollo tecnológico tanto de soportes físicos como de programas propios y 3) un fuerte debate social para que se problematice el uso de programas y tecnología extranjera, que implica la educación digital.
Por ello, se constituye fundamental la formación y capacitación de cuadros de organización insertos territorialmente, que actualicen la mirada respecto de cómo funcionan los dispositivos de acumulación de poder/valor tecnológicos, el rol de los Medios Masivos de Comunicación, las Redes Sociales y la Realidad Virtual, para poder desarrollar una estrategia en Red propia, ligada a los intereses sociales y populares.
(*) Docente/ Comunicadora Social / Investigadora/ Especializada en soberanías tecnológicas y comunicacionales
[1] El control de los medios de comunicación por Noam Chomsky Socios | Washington D. C. (États-Unis) | 7 de marzo de 2007
[2]Localización: https://www.ohchr.org/es/documents/reports/disinformation-and-freedom-opinion-and-expression-report-special-rapporteur
[3]Chibey Rivas, T. J. (2021)