#Motorcumple6Soberanias / Estrategia y Políticas para la soberanía y el desarrollo
(Por Antonio Muñiz/ Especial para #Motorcumple6Soberanias ) Argentina lleva más de cuatro décadas de continuas crisis económicas, sociales y políticas, sin encontrar un modelo sustentable en el tiempo, que a su vez pueda contener e integrar al total de la población. La contienda siempre permanente en la historia argentina entre un modelo basado en la exportación de commoditys dependiente y un modelo autónomo de desarrollo industrial y pleno empleo no ha podido ser saldada.
El fracaso del modelo neoliberal financiero agro minero exportador, vigente, aunque con intervalos, desde 1976, nos llevó a esta crisis estructural que hoy padecemos. El proceso de desindustrialización acelerada iniciada con las políticas económicas de Martínez de Hoz, continuadas luego por Menem – Cavallo en los 90 y completada el círculo perverso de ruptura de todo el aparato productivo industrial con la gestión de Mauricio Macri.
No son casuales los índices de pobreza e indigencia, escandalosos para nuestro país, sin industrias no hay trabajo y sin trabajo estable bien remunerado no hay sociedad integrada.
Esta situación de crisis permanente y alternancia en los modelos, debería llevarnos a pensar un nuevo modelo desarrollo productivo que tenga como objetivo una rápida industrialización y un programa de desarrollo social y económico sustentable e integrador.
Romper ese estancamiento requiere un modelo con objetivos claros, junto con una estrategia de largo plazo, que vaya más allá de manejo a corto plazo de la macroeconomía. Debemos pensar un modelo de desarrollo a 20/30 años, cuyos objetivos estratégicos no se modifiquen de acuerdo a cada nuevogobierno.
Por supuesto que un modelo de estas características deberá lograr un gran consenso social y político. Una gran acuerdo nacional que fije claramente políticas de estado para el largo plazo.
A fines del siglo XIX la clase dominante argentina opto por un modelo de país subordinado al imperio Ingles, como productor y proveedor de materias primas para sostener el proceso de industrialización de Gran Bretaña. Esa elección condiciono a nuestro país hasta nuestros días. Hoy nos encontramos con un escenario similar. Las nuevas potencias hegemónicas que están surgiendo como China, India y casi todo el sudeste asiático requieren de nuestros commoditys, alimento, energía, minerales, etc. No podemos caer nuevamente en la tentación de insertarnos en el mundo que viene como meros exportadores de materias primas sin valor agregado.
La relación con los Brics, en especial con China, abre un escenario de alta potencialidad, si y solo si tenemos políticas de industrializar nuestros recursos y exportar valor agregado, o sea exportar trabajo argentino.
Durante las décadas 1930 – 1976 se implementó un programa de industrialización basado en la sustitución de importaciones. Más allá de los cambios políticos el programa se mantuvo estable durante todo ese periodo, mostrando números muy interesante no solo en lo económico sino sobre todo en lo social. Argentina durante esas décadas fue el país con mejores índices de integración social, económica y educativa de Latino América.
El gobierno militar de 1976, vino precisamente a destruir esa Argentina industrial, empobrecer a la clase media y quitarle derechos y beneficios al sector de los trabajadores.
Luego de la crisis del 2001 donde el modelo neoliberal estalló por el aire, mostrando con crudeza las consecuencias de pobreza e indigencia. Argentina se “latinoamericanizo” alcanzado índices sociales paupérrimos, muy por debajo de la media sudamericana.
Como decíamos luego del 2001 y más claramente a partir del 2003, con los gobiernos peronistas de Néstor y Cristina Kirchnerse reinició un proceso de reindustrialización, basada en el modelo de sustitución de importaciones. El proceso político – económico 2003- 2015 alcanzó objetivos muy interesantes, en cuanto a crecimiento del PBI, pero sobre todo con altos niveles salariales para el sector trabajador.
Hoy estamos, a pesar de la crisis de la deuda heredada, de las secuelas de la pandemia, un guerra abierta comercial y política por la hegemonía global, conflictos armados muy peligrosos, crisis globales en lo sanitario, climático, alimenticio, migratorio, etc, creciendo nuevamente en cuanto a producción primaria e industrial.
El proceso de sustitución de importaciones hoy es relativamente viable, aunque tiene algunas restricciones. Primero la falta de dólares para financiar las importaciones de insumos, materia primas y bienes de capital necesarias para sostener el proceso. La deuda externa, como siempre, fue usada para, entre otras cosas, frenar cualquier proyecto de industrialización independiente.
Y la más clara y estructural es que argentina perdió cincuenta años de políticas neoliberales que no solo destruyeron gran parte del aparato productivo sino que además ampliaron la brecha entre los países ricos desarrollados y países pobres o sub desarrollados.
Perdimos cincuenta años en la carrera por el desarrollo. El proceso de sustitución de importaciones es muy lento hoy para nuestras necesidades actuales.
Por lo que es necesario pegar un salto, recuperar el tiempo perdido. Y eso solo se puede hacer con un sólido programa de investigación, innovación y desarrollo, donde prime una cultura que busque nuevas tecnologías, nuevos procesos, nuevos modos de hacer las cosas, nuevos productos, etc, para elevar la productividad de toda nuestra economía.
Para que esto sea posible se requiere una política de estado que tienda a la construcción de una cultura emprendedora e innovadora.
Esta política debe incluir y darles protagonismo a los actores de la comunidad: empresarios, trabajadores, científicos e investigadores, ong, los distintos estamentos y organismos del estado, (universidades, Inti; Inta, Conicet, etc) y el sector financiero.
Argentina cuenta con los recursos humanos y materiales altamente calificadas, podríamos decir sin equivocarnos que Argentina es una fuente de iniciativa emprendedoras, sin embargo tiene uno de los índices de fracaso más altos del mundo, cerca del 80% o más fracasan dentro de los primeros dos años. Esto se debe a que por un lado la macro economía y sus continuas crisis quitan previsibilidad a los mercados, por el otro el nulo acceso al crédito para este tipo de iniciativas y la falta de un acompañamiento por parte del estado, sobre todo en los primeros años de vida del emprendimiento.
Las nuevas tecnologías 4 y 5G, la energía, tanto la convencional como las alternativas, los alimentos, la bio tecnología, la industria farmacéutica y la salud, las tecnologías aeroespaciales y la industria de la defensa, minería, la industria automotriz y su cambio hacia la electro movilidad, etc, son ámbitos donde nuestro país tiene desarrollos interesantes y ventajas competitivas importantes desde donde construir una base de desarrollo futuro, que permitan saltar etapas en integrar nuestra gente en el trabajo, la educación, el consumo y los derechos ciudadanos.
Argentina está hoy en un momento crucial, mas allá de la crisis heredada de la deuda y la destrucción macrista del sistema productivo, puede y debe pegar un salto tecnológico, que permita al país recuperar el tiempo perdido y ubicarse a la vanguardia.
Para ello es necesario el apoyo al desarrollo de un ecosistema de innovación proporcionando herramientas para afianzar la I+D en la industria, articulando al Estado, las universidades, los sectores empresariales más dinámicos, buscando desarrollar una investigación científica avanzada y un mercado de capitales, público y privado, que pueda asumir el riesgo.
La experiencia mundial indica que los modelos de desarrollo exitosos requieren de un estado activo. Tal el ejemplo de los países orientales, China, Corea, Japón, los tigres orientales, el mismo Israel, que en los últimos 50 años pegaron un salto cuali – cuantitativos significativo, desplazando en muchos casos a los países occidentales como Europa y EEUU.
En primer lugar el estado en el único agente que puede funcionar como articulador entre todos los sectores involucrados, fijando reglas claras, objetivos estratégicos y sobre todo recursos financieros.
Las actividades de I+D son un alto riesgo, la tasa de mortalidad de los proyectos es muy alta, y aun en proyectos viable la tasa de retorno puede no ser la esperada, lo cual dificulta el desarrollo de un mercado de capitales maduro en el sector. El estado puede y debe compensar estos desfasajes, reduciendo el riesgo de las empresas y alentar sus inversiones en la I+D requerida.
El Estado cuenta con una batería de herramientas que pueden ser medidas de apoyo directo e indirecto. Las medidas directas incluyen inversiones gubernamentales directas en forma de subvenciones o préstamos para I+D dedicados al sector empresarial o para actividades de I+D intergubernamentales, como la I+D militar o la adquisición de tecnologías. Las herramientas de apoyo indirecto incluyen principalmente varios incentivos fiscales para las empresas innovadoras.
En una primera etapa es necesario desarrollar y fomentar una cultura empresarial y un audaz espíritu de innovación. Capital humano de calidad tenemos, falta desarrollar una cultura empresarial innovadora, liderazgo tecnológico y un ecosistema bien establecido. Hay que sumarle el compromiso de todos los estamentos del Estado en apoyar las actividades de investigación y desarrollo innovadoras, desde la idea primera hasta su puesta en el mercado.
La soberanía pasa hoy por tener un sistema productivo eficiente, un mercado interno importante, buenos salarios y pleno empleo. Ese escenario solo puede darse en una Argentina industrial, inserta en al mundo global que viene, con sus productos, su industria, su ciencia y su cultura.
Antonio Muñiz
Vicepresidente del Instituto Independencia
Ex Director de Pymes. Ministerio de Producción de la Provincia de Buenos Aires
Ex Director de Economías Regionales, Ministerio de Producción de la Pcia de Buenos Aires
Ex Secretario de Economía y Producción de la Municipalidad de Lujan