( Por Antonio Muñiz/ Motor Económico ) Antonio Gramsci fue el primero en plantear que la lucha por el poder primero se da en la sociedad civil, a través de la construcción de una “hegemonía cultural”. Esta batalla se da en los terrenos de la educación, la cultura, la religión, los medios y se triunfa cuando la mayor parte de la sociedad acepta como propio el “relato” que da sustento al proyecto que emana del poder.
En las sociedades modernas esta lucha por la hegemonía cultural y la construcción de un relato esta siempre presente, aun desconociendo los análisis gramscianos. Gramsci describió un hecho que ya estaba en la génesis de la política.
En los años 70 el sociólogo Portantiero, introductor del pensamiento gramsciano en Argentina, planteo la hipótesis del “empate hegemónico”, es decir grupos en pugna luchando por la hegemonía, sin que ninguno pueda afianzar su relato sobre el resto
“Cada uno de los grupos tiene suficiente energía para vetar los proyectos de los otros, pero ninguno logra las fuerzas necesarias para dirigir el país para imponer su modelo”.
Portantiero señalaba que en Argentina ese empate hegemónico se inició con el golpe de Estado a Perón de 1955, sin embargo podría rastrearse hasta 1930, con la decadencia del modelo roquista liberal.
Se inicia así un proceso de elecciones, intercalado por golpes cívico militares, pero que no significaban la construcción de una hegemonía permanente. En este contexto Argentina, hasta nuestro días, no ha podido construir un modelo hegemónico por sobre otros.
A lo sumo podemos hablar de “hegemonías débiles”. Hegemonías que podían imponerse transitoriamente y su relato era aceptado por una parte importante de la población, pero no por la mayoría de la población, o esa mayoría era muy transitoria y terminaba agotándose en la gestión de gobierno.
Esos dos grupos, luchando por la masificación de sus relatos, también se neutralizaban y jaqueaban unos a otros. Aun en situaciones de gobiernos militares muy violentos no pudieron imponer el relato del modelo elitista, neoliberal, agro exportador, conservador, a pesar de una fuerza represiva desatada sobre el resto de la población. Un fracaso evidente fue la Revolución Libertadora de 1955, o el golpe de 1976, que tuvieron como objetivo desperonizar el país, es decir aplastar todo vestigio de gobierno popular.
El empate hegemónico es la representación y explicación teórica de la “grieta”, y simboliza en sí mismo el fracaso de los dos sectores en pugna. Al ser una pelea de suma cero, que ninguno haya ganado significa que ambos perdieron. Es difícil en Argentina pensar hoy a la luz de la historia una victoria de una sobre otra, salvo que haya condiciones internacionales que vuelquen la balanza. Tampoco parece probable una síntesis dialéctica entre una y otra, son modelos excluyentes, que encima tienen su base casi al mismo tiempo del nacimiento de la Nación.
Las situaciones de hegemonías débiles, generan sociedades frágiles, fragmentadas. Y una sociedad fragmentada produce crisis periódicas, siempre sujeto a golpes de timón, según el grupo que logre transitoriamente el poder. Lo imprevisible genera desconfianza y miedo y estas, anomia y decadencia.
La debilidad hegemónica es hoy un fenómeno global. Casi todo el mundo occidental está en un proceso similar, producto de la crisis del capitalismo y de las secuelas que ha ido dejando el neoliberalismo globalizador.
Crisis políticas afectan a muchos países. EEUU, luego de cuatro años de gobierno de Trump y la vuelta al gobierno de los demócratas de la mano de Joe Biden, está hoy en una situación donde los candidatos republicanos alineados con Trump podrían arrasar en la las próxima elecciones, abriéndole el camino al candidato de ultra derecha en las próximas elecciones presidenciales.
Ahí está también el banquero ecuatoriano Guillermo Lasso, que con apenas año y medio en funciones enfrentó potentes movilizaciones contra sus políticas neoliberales.
Sebastián Piñera, que representaba un “modelo” para el continente y que sin embargo sucumbió ante las rotundas protestas que recorrieron el Chile en los últimos años. El triunfo consecuente de Boric marcó un cambio de época, un aire nuevo en la anquilosada democracia chilena-
En estos días, el huracán bolsonarista se apagó con pena y sin gloria, hundido en su propio pantano, permitiendo el regreso del candidato popular, Lula, luego de años de persecución, difamaciones, y cárcel por parte del poder. En casi toda Latinoamérica de dio el mismo fenómeno, el fracaso de gobiernos neoliberales, grandes movilizaciones populares y el surgimiento de gobiernos populares. Colombia, Argentina, Perú son similares a los casos anteriores.
La oleada de movilizaciones populares que recorrió varios países en los últimos años fueron respuesta a la orientación de los gobiernos conservadores/ neoliberales que intentaron reformas laborales, previsionales y tributarias en beneficios de los grupos empresarios y por ende contra los intereses populares.
El ciclo neoliberal está agotado a nivel internacional y las clases dominantes usufructuarios de estas políticas necesitan un nuevo ajuste regresivo de gran magnitud sobre los países periféricos y la misma población de sus países.
La pandemia de Covid, la guerra de la OTAN contra Rusia, el surgimiento de China como potencia hegemónica, la decadencia de Europa y EEUU y la consecuente guerra comercial, la violencia en Medio Oriente, la crisis ambiental y migratoria, el deterioro de los niveles de vida de los pueblos, etc, han puesto de rodillas el modelo globalizador.
En este marco las elites globales no logran reunir las condiciones políticas y la relación de fuerzas necesarias para llevar a cabo el reseteado de la sociedad global en su beneficio.
La inestabilidad, la violencia, las oscilaciones, la falta de un modelo sustentable, hacen muy difícil la construcción de «gobiernos hegemónicos sustentables». Esto no significa, a pesar del fracaso e impotencia del modelo neoliberal, la desaparición de este modelo político ideológico. Por el contrario a pesar de sus limitaciones el neoliberalismo construyó un relato hegemónico durante medio siglo que ha dejado secuelas de organización política importante en muchos países. Así, a pesar de las derrota, han consolidado minorías activas muy fuertes, atentas a retomar el poder.
Un fenómeno “nuevo” es la radicalización de sectores neoliberales hacia formas cuasi fascistas, violentas, xenófobas, anti derechos, etc. Las crisis llevan a sectores dañados a buscar salidas extremas, salidas mágicas o primitivas pero que le generan a esos sectores pertenencia y un “otro”, identificado como el enemigo. Estos grupos son utilizados para sembrar el temor, el caos, que justifique salidas autoritarias y violentas.
Las elites saben que será muy difícil la restauración neo conservadora, que limite más los derechos económicos, sociales y laborales populares, sin una fuerte represión que ponga en caja a los sectores que sean perjudicados por las reformas regresivas.
En el caso Argentino, la derecha más reaccionaria y retrograda, está representada por el macrismo, con nombre y apellido, Mauricio Macri y Patricia Bulrich, y su programa de gobierno esta expresado más crudamente en el libelo “Para que” donde Mauricio expone sin tapujos un programa de gobierno ultra liberal, inviable en democracia, ya que su implementación requerirá “palos y balas” y “bancar muertos en las calles” sobre los sectores del trabajo.
Desde los sectores populares deben estar preparados para una etapa de mucho conflicto y violencia, es fundamental trabajar en la unidad del espacio nacional y popular, organizar y fortalecer toda experiencia de organización popular, ampliar los límites de la democracia, hacia formas de democracia participativa y directa, aislar a los grupos más violentos y reaccionarios y en lo exterior trabajar en el logro de una unidad latinoamericana fuerte, que permita a nuestros países una mayor inserción en la política y el comercio global.
Un proyecto industrializador, con pleno empleo y salarios altos, que integre y de forma a una comunidad organizada, sin pobreza ni indigencia, solo será posible integrados en la unidad latinoamericana
No hay salidas individuales, la construcción de la Patria grande en es el camino para romper el mito del eterno fracaso.