Hannah Arendt sostenía que para que la política, como campo de estudio y como praxis, volviera a tener relevancia era necesario pensar “el acontecimiento”, estar atento al hecho casual, a la ocasión y a la contingencia.
Entendía el acontecimiento en la acción política como un momento de innovación del orden factico, que puede ocasionar un cambio de situación imprevisto y abrir un campo de acción impensado.
Desde este pensamiento la acción política puede generar momentos donde el surgimiento de conflictos, de nuevas ideas, de movidas populares, formar alianzas imprevistas, tomar desviaciones impensadas, de sumarse a flujos o vórtices, muchas veces en apariencias menores o de poca consecuencia, pero que se revelan a partir de su despliegue políticamente muy potentes.
Como decía Althuser, se debe estar alerta al momento, analizar correctamente los acontecimientos, para subirse corriendo, como los vaqueros en los “western”, al tren de la historia, que no tiene horario ni plan de viaje fijo.
La historia está llena de estos momentos bisagras. En la Argentina contemporánea podemos recordar, solo a título de ejemplo, el 17 de octubre de 1945, el Cordobazo, el surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo, o la huelga del 30 de marzo de 1982, etc, hechos disruptivos que marcaron un quiebre, un antes y un después.
Por supuesto que la política es acción humana, no existen reglas ni leyes que la regulen, es construcción social, una construcción ladrillo a ladrillo, pero también como en toda acción humana, existe lo aleatorio, lo no previsto por la razón.
Los acontecimientos de las últimas semanas parecen marcar un tiempo de quiebre en la realidad política.
Teníamos un gobierno del FDT golpeado y a la defensiva por errores propios, pero también por el accionar sistemático de los grupos de poder que apuestan al fracaso y al golpe.
Durante los últimos meses el gobierno fue cercado y extorsionado por los grupos económicos, jaqueado por una deuda externa impagable, contraída por el gobierno anterior, un programa recesivo impuesto por el FMI, un embate contra la moneda, una inflación galopante y la amenaza constante de una devaluación abrupta y/o una hiperinflación.
Como parte casi fundamental de estas políticas golpistas está el contubernio entre una oposición belicosa y destructiva, la Corte Suprema y la Justicia Federal corrupta, los medios de prensa monopólicos, los restos de los servicios de información y como siempre la financiación y la estrategia puesta por el Departamento de Estado norteamericano.
Y para cerrar las acciones en la última semana un pedido absurdo de juicio político al presidente Alberto Fernández y el alegato sobreactuado del fiscal Luciani, que en un juicio amañado, donde no hubo prueba alguna contra Cristina Fernández, pide doce años de condena e inhabilitación para ocupar cargos públicos.
Este fenómeno común a toda Latinoamérica, forma parte de las políticas imperiales de dominación de nuestros pueblos, a partir de la persecución de los movimientos populares y sus dirigentes.
Desde el derrocamiento de Zelaya en Honduras en 2009, pasando por Lugo, Dilma, Evo Morales, o lo procesamientos de Correa, Cristina Kirchner o la cárcel de Lula, Latinoamérica se ve inmersa en un “nuevo plan cóndor”, procesos de “golpes blandos” o lawfare.
Latinoamérica es un territorio en disputa. Donde ya no usan a los tanques para derrocar gobiernos populares, sino a los jueces venales, los periodistas a sueldo y los medios monopólicos, y como siempre las elites económica cipayas aliadas a los intereses del imperio.
Argentina es una pieza clave en el control de Latinoamérica, por tres motivos: su ubicación geo política, los importantes recursos naturales con que cuenta y que serán claves en el futuro cercano, alimentos, energía y minerales y porque cuenta con un movimiento popular, con amplia experiencia y organización de lucha, siempre latente y dispuesto a dar batalla.
En la batalla de este siglo XXI donde está en disputa el liderazgo global que hoy detenta la alianza anglo- yanky contra el surgimiento de un bloque euroasiático (Rusia y sobre todo China), que según todos los pronósticos alcanzara su hegemonía en los próximos veinte años, es clave el rol de los países sudamericanos, territorio donde hoy se están dando conflictos dado el avance de las inversiones chinas, a través del comercio y de las inversiones directas sobre todo en la obra pública.
Un punto de quiebre
La reacción popular instantánea de los sectores populares de defensa ante la agresión y la amenaza de proscripción a Cristina superó hasta la propia dirigencia. Mientras los dirigentes discutían que hacer la militancia silvestre salió a la calle y sobre sé todo se congregó en el domicilio de la vice presidenta a manifestar su apoyo incondicional.
La torpeza, el odio y la ignorancia de la derecha opositora, en su afán de destruir cualquier intento de movimiento popular y sobre todo atacar a la figura más representativa y sobre el punto de acumulación más alto del movimiento popular, fueron generando un clima que permitió el reagrupamiento de todos los sectores populares y retomar la calle y la iniciativa política.
Al igual que el 17 de octubre, las bases se adelantaron a los dirigentes y marcaron un camino nuevo, al igual que el Cordobazo, donde la presencia de obreros y estudiantes en la calles de Córdoba, mucho más de la esperada por la dirigencia, fue un quiebre y el comienzo de la lucha contra la dictadura militar, hoy el pueblo salió a la calle a marcar el rumbo. Las consignas fueron inequívocas, “Patria Si, Colonia No” y sobre todo el canto persistente de la multitud “Cristina Presidente”.
Quedan nuevamente claros dos polos de poder enfrentados, un polo de derecha cuyos anclajes giran en torno de la derecha conservadora, a la que se sumó la dirigencia claudicante de la UCR, pero que suma los empresarios agro sojeros de la Pampa Húmeda, las empresas agro exportadoras, los empresarios y ceos de las grandes empresas internacionalizadas, los grandes medios de comunicación, Clarín y la Nación, y sectores de clase media formados con un libreto anti peronista de manual, que compran valores de un republicanismo abstracto, un “honestismo” al estilo Doña Rosa, pero que terminan votando contra sus propios intereses. Una coalición política muy fuerte, sobre todo porque forma parte de un movimiento de ultra derecha que está creciendo y que esta prohijado por sectores ultraconservadores de la sociedad norteamericana.
Por el otro el liderazgo hoy indiscutido de Cristina dentro del campo popular, con el peronismo kirchnerista, como eje central, también polariza y tensa la cuerda. Ya no queda espacio para terceras vías, ni para consensos ni acuerdos a espaldas de los intereses populares.
Es un momento clave para el campo popular, es tiempo de refundación del espacio, de mayor amplitud, de sumar a sectores potencialmente aliados, volver a reconstruir el gran movimiento nacional, construir organización, dar el debate de ideas y proyectos, acompañar todas las luchas y mantener la movilización popular.
La batalla ya se está jugando, por ahora en las calles, de cara a las elecciones del 2023.
Antonio Muñiz