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( Por Alfredo Zaiat/ #MotorDomingo) ) La crisis del COVID-19 ofrece enseñanzas acerca de cómo mejorar la planificación y la financiación de la adaptación al cambio climático, así como oportunidades para afianzar una recuperación económica verde. La pandemia dejó en evidencia la importancia de que los gobiernos aborden los riesgos combinados mediante enfoques de gestión integrada del riesgo, que deben reunir una serie de objetivos transversales de gestión de riesgos y adaptación.
El cambio climático es un problema sistémico que demanda respuestas coordinadas a escala mundial, nacional y local, como sucedió en la crisis del coronavirus.
Muchas de las lecciones aprendidas en la gestión de la pandemia pueden servir de ejemplo para mejorar la planificación y la financiación de la adaptación al cambio climático. De todos modos, que existan estas lecciones no implica necesariamente avanzar en esa dirección sin complicaciones, como quedó demostrado en el acceso desigual a las vacunas, y como se observa en las resistencias de países desarrollados a intensificar sus políticas para mitigar el efecto invernadero.
Bajo esta línea argumental y de recomendaciones se basa el más reciente Informe de la ONU Una tormenta se está gestando, en el marco de la Cumbre Climática, en Glasgow, Escocia.
La introducción es contundente: «El mundo debe intensificar los esfuerzos para la adaptación climática o enfrentará grandes disrupciones. Los costos estimados de la adaptación al cambio climático en los países en desarrollo son de cinco a diez veces mayores que los fondos públicos destinados a este sector».
El peligro de dejar pasar la oportunidad
El reporte destaca que, si bien las políticas y la planificación para la adaptación al cambio climático están creciendo, el financiamiento y la implementación aún están rezagados. Además, muestra que se está dejando pasar la oportunidad de utilizar la expansión del gasto público para enfrentar el COVID-19 para priorizar el crecimiento económico sostenible, que también ayudaría a los países a adaptarse a impactos climáticos como sequías, tormentas e incendios forestales.
«A medida que el mundo busca intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también debe mejorar profundamente el desempeño para adaptarse al cambio climático», afirmó Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
«Incluso si hoy se cierra el grifo de las emisiones, los impactos del cambio climático se mantendrían durante muchas décadas. Necesitamos un cambio radical en la ambición sobre la adaptación, para que la financiación y la implementación reduzcan de manera significativa los daños y pérdidas causados por el cambio climático. Y lo necesitamos ahora», añadió Andersen.
Financiación débil
Los compromisos actuales bajo el Acuerdo de París apuntan a un aumento de la temperatura global de 2,7°C para fines de siglo. Incluso si el mundo limitara ese calentamiento a 1,5°C o 2°C, como se describe en ese pacto, muchos riesgos climáticos permanecerían.
Los costos de la adaptación suman un estimado de 140.000 a 300.000 millones de dólares anuales de aquí a 2030 y serán de 280.000 a 500.000 millones por año para 2050, solo en los países en desarrollo.
Sin embargo, el financiamiento hacia los países en desarrollo para la la mitigación y la adaptación del cambio climático alcanzó apenas los 79.600 millones de dólares en 2019. En general, los costos estimados para la adaptación en los países en desarrollo son de cinco a 10 veces mayores que el volumen de financiación pública destinado a abordar el desafío, y esta brecha se está ampliando.
Pandemia y planificación
Desde marzo del año pasado, se han desplegado 16,7 billones de dólares de estímulo fiscal en todo el mundo para enfrentar la crisis económica, social y sanitaria, pero solo una pequeña parte de este financiamiento se ha centrado en proyectos de adaptación al cambio climático.
El informe de la ONU precisa que menos de un tercio de 66 países estudiados hasta junio de 2021 habían financiado explícitamente medidas para abordar los riesgos climáticos como parte de su respuesta al COVID-19.
Al mismo tiempo, el elevado costo del servicio de la deuda, combinado con la disminución de los ingresos públicos, puede obstaculizar a futuro el gasto público destinado a la adaptación, en particular en los países en desarrollo.
El desarrollo de los planes nacionales de adaptación se ha visto interrumpido por el COVID-19, pero igualmente se está avanzando en agendas nacionales de planificación para la adaptación.
Alrededor del 79% de los países han adoptado al menos un instrumento de planificación para la adaptación a nivel nacional, como un plan, una estrategia, una política o una ley. Esto supone un aumento del 7% desde 2020. El 9% de los países que no cuenta con un instrumento de ese tipo está en proceso de desarrollar uno. Al menos el 65% de los países tiene uno o más planes sectoriales en vigor, y al menos el 26% tienen uno o más instrumentos de planificación subnacional.
Mientras tanto, la implementación de acciones para la adaptación continúa creciendo lentamente. Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revelan que los diez principales donantes financiaron más de 2600 proyectos con un enfoque principal en la adaptación entre 2010 y 2019. Los proyectos también son cada vez más grandes, con un número creciente de iniciativas que atraen fondos de más de 10 millones de dólares.
El caso de la agricultura
¿Por qué transformar la innovación agrícola? El cambio climático está desestabilizando los actuales sistemas alimentarios, destruyendo recursos naturales, ampliando las desigualdades económicas y de salud y acortando el suministro de alimentos. La crisis climática hace que sea más difícil alimentar a una población mundial en crecimiento mientras se protege los recursos de la naturaleza.
Las soluciones actuales para mitigar el cambio climático a través de los sectores agrícola y alimentario llevan a menos de la mitad del camino para alcanzar los objetivos climáticos de París.
Para combatir el cambio climático y sus efectos en la naturaleza, se está desarrollando una Agenda de Acción Global para la Innovación en la Agricultura, también conocida como #ClimateShot, para cerrar la brecha de innovación y transformar los sistemas alimentarios.
El objetivo de generar energía limpia
La generación de energía a base de carbón es la principal causa del aumento de la temperatura global. Por eso, los expertos señalan que resulta necesario ampliar el despliegue de energía limpia para acelerar la transición energética.
El desafío es hacer de la energía limpia la opción más asequible y accesible a nivel mundial, con los consiguientes beneficios económicos y de salud a medida que las economías se reconstruyen en la pospandemia.
En el marco de la Cumbre del Cambio Climático, se acordaron las siguientes acciones para impulsar esta transición global:
1.Aumentar rápidamente el despliegue de generación de energía limpia y medidas de eficiencia energética en las economías. 2.Ampliar rápidamente las tecnologías y las políticas en esta década para lograr una transición desde la generación continua de energía a base de carbón en la década de 2030 (o tan pronto como sea posible a partir de entonces) para las principales economías y en la década de 2040 (o lo antes posible a partir de entonces) a nivel mundial, de conformidad con los objetivos climáticos y el Acuerdo de París. 3.Cesar la emisión de nuevos permisos para proyectos de generación de energía a carbón. 4.Fortalecer los esfuerzos nacionales e internacionales para proporcionar un marco sólido de apoyo financiero, técnico y social a los trabajadores, sectores y comunidades afectados para hacer una transición justa e inclusiva lejos del incesante poder del carbón de una manera que los beneficie y amplíe el acceso a energía limpia para todos. Más medidas A pesar de estos progresos, el informe de la ONU concluye que se necesita una mayor ambición en la financiación y la implementación. Propone que los países aumenten la financiación pública de la adaptación a través de la inversión directa y facilitando la participación del sector privado. Reclama más acciones, y más fuertes, de implementación de la adaptación para evitar atrasarse en la gestión de los riesgos climáticos, particularmente en los países en desarrollo.
Señala también que los gobiernos deberían usar la recuperación fiscal de la pandemia para priorizar las intervenciones que logren tanto el crecimiento económico como la resiliencia climática. Recomienda establecer enfoques integrados de gestión de riesgos y establecer marcos flexibles de financiación de desastres
Para concluir que las economías avanzadas deben ayudar a los países en desarrollo a liberar espacio fiscal para promover una recuperación del COVID-19 ecológica y resiliente mediante condiciones favorables de financiación y un alivio sustantivo de la deuda.
RT