Un programa de ajuste brutal, la intención de dar vuelta la estructura jurídica del país y una ciudadanía polarizada caracterizan el primer tramo de la gestión libertaria. Rechazos y respaldos.
Se le suele atribuir al expresidente estadunidense Franklin Delano Roosevelt la idea de que los primeros 100 días de un nuevo Gobierno son clave. Que son el período en el que puede sentar los pilares de lo que quiere hacer y que, si desperdicia ese tiempo, luego estará debilitado para impulsar su programa.
El presidente de ultraderecha Javier Milei llega a sus primeros 100 días con una interpretación extrema de esta idea. A los 10 días de haber asumido firmó el DNU 70/23, con el que pretendía modificar más de 200 leyes, y luego siguió con la Ley Ómnibus, con más de 600 artículos. La intención fue dar vuelta la estructura jurídica de la Argentina de un plumazo. La Ley Ómnibus tuvo que ser retirada de la Cámara de Diputados y el DNU sufrió un revés en el Senado. La estrategia maximalista parece no haber dado grandes resultados en el terreno parlamentario.
La incógnita que subsiste es qué está pasando con la opinión pública. ¿Cuánto apoyo preserva el Gobierno nacional? ¿Qué tanto lo afectó la disparada exorbitante del costo de vida que provocaron sus medidas?
«El presidente ha sufrido una caída en la imagen de más de 10 puntos desde las elecciones. Sin embargo, la ecuación aprobación-rechazo de la gestión se mantiene casi en los mismos valores desde que asumió, con una ciudadanía muy polarizada», dice la politóloga Paola Zuban, directora de la consultora Zuban-Córdoba. «Javier Milei tiene más imagen negativa que positiva –agrega Zuban–. Cayó en los primeros 60 días más rápido que Mauricio Macri o Alberto Fernández, que se demoraron bastante más en negativizar su imagen».
La visión del politólogo Hilario Moreno, director de la consultora Dicen, es similar a la de Zuban, aunque remarca que todavía la evaluación del presidente en la opinión pública es un empate técnico. Perdió entre cinco y seis puntos de respaldo. No puede decirse que está en crisis –señala Moreno–. La discusión recae sobre el 56% que lo votó en el balotaje. En el 44% que no lo acompañó no hay cambios. Ahí no suma voluntades. El apoyo lo perdió en los primeros dos meses y luego se frenó la caída».
La socióloga Analía del Franco es menos taxativa. Pone el acento en el contexto en que se produce el proceso. «Tomando en cuenta la situación, la inflación que hubo en estos meses, podría decirse que llega bastante bien a los 100 días. Él había dicho en la campaña que los primeros meses iban a ser muy duros y que iría contra la “casta”. La gente le creyó. Desde que inició marzo han puesto más esfuerzo en detallar cualquier pequeño gesto, desde los teléfonos celulares a la cantidad de choferes que recortan de los supuestos privilegios de los funcionarios públicos».
«Es cierto que comparado con otros presidentes llega un poco peor –agrega Del Franco–. Pero también hay que decir que ninguno intentó avanzar a tanta velocidad con las reformas que tenía en su programa. Es un presidente sin partido, dogmático, un cruzado. No se puede evaluar a Milei con las herramientas de antes».
Tierra prometida
Los tres consultores coincidieron en que el respaldo que todavía preserva el Gobierno nacional está basado en la confianza de ese sector de la población de que habrá «unos meses muy duros» y luego la situación mejorará. El oficialismo lo plantea como una suerte de travesía del desierto en la que el presidente es Moisés guiando al pueblo argentino a su tierra prometida.
«La población está aguantando –señala Moreno–. Casi nadie dice que la situación es mejor que antes de que Milei asumiera. El sector de la opinión pública que lo apoya cree que es un sacrificio por un tiempo, que hay que aguantar y después va a repuntar». «No es posible ponerle una fecha a la paciencia –agrega–. Nadie sabe cuánto tiempo está dispuesto a esperar el sector de la opinión pública que todavía acompaña a Milei». Del Franco tiene una lectura similar: «Le creyeron que iba a ser difícil al principio y conservan la esperanza de que repunte en unos meses», dice.
La socióloga, sin embargo, sostiene que hay un punto muy débil en la estrategia del presidente. «Él trabaja solo sobre la inflación, con la idea de bajarla. Pero hay otras variables, como empleo, consumo. Suponiendo que lograse bajar un poco la inflación, la opinión pública no se lo va a festejar mucho tiempo sin exigirle que mejore otras cosas que hacen a la calidad de vida».
Según Zuban, además de la idea del sacrificio temporal, el rechazo a la gestión de Alberto Ferández también colabora con que Milei preserve respaldo. «Hay una combinación entre rechazo al Gobierno anterior y confianza, o fe, en el presidente. Hay una polarización muy fuerte».
Los arrepentidos
Si Milei perdió una parte del respaldo que tenía en la opinión pública cuando inició su gestión, está claro que todavía preserva un apoyo significativo, en especial si se toma en cuenta la situación. ¿Quiénes son los que nutren el club de los arrepentidos de haber votado a la Libertad Avanza?
«Los votantes núcleo duro de Milei son los jóvenes de 16 a 29 años, transversales en su condición social. Se le sumaron votantes del PRO, algunos UCR, y peronistas desencantados con el Gobierno anterior. Está empezando a perder esos votantes que no son núcleo duro, sobre todo en mayores de 45 años», remarca Zuban.
El análisis de Moreno, en este caso, es diferente al de su colega. «El perfil de Milei empieza a cambiar. Se está volviendo nítidamente un antiperonista. Pierde respaldo en los que lo apoyaron desde el enojo contra todo el sistema. Él está consolidado en el antiperonismo. Se ve en las encuestas que miden por municipios en la Provincia de Buenos Aires. Tiene más apoyo en el primer cordón y en Zona Norte que en el resto del Conurbano».
Del Franco, por su parte, tiene una interpretación más parecida a la de Zuban. Sostiene que el presidente decae más «entre las personas mayores que votaron a Patricia Bullrich y no tanto entre los sectores populares y los varones, que fueron su bastión, incluido el interior del país» .
Los 100 días de Milei muestran un empate entre rechazo y respaldo en la opinión pública. Y un enigma que queda sobrevolando: cuánto tiempo está dispuesto a padecer el pueblo argentino con la falta de promesas de un futuro mejor. En qué momento se rompe el espejismo.