Edición n° 2957 . 26/12/2024

Multiplicar los centros culturales, crear identidades propias y colectivas

(Por Daniela Klun) “El éxito de una corriente artística no es fruto de la mera genialidad de los artistas. El artista es instrumento y vehículo de determinadas constantes y tendencias sociales. (…). La difusión o fracaso de una corriente estética depende del estado de conciencia de determinados grupos sociales, o bien de la atmósfera espiritual de la sociedad en su conjunto”, decía Juan José Hernández Arregui.

¿Qué es entonces la cultura? ¿Existe una cultura popular? Según su definición más común se refiere al conjunto de patrones culturales y manifestaciones creadas o consumidas preferentemente por las clases populares, en contraposición con la cultura académica, que es elitista y por supuesto más excluyente.

Muchas veces, cuando se habla de lo «popular» existe una connotación peyorativa, ciertas expresiones culturales llamadas de alta cultura o de elite se oponen así al sentido llano de cultura, por cuanto esta define todas las actividades y manifestaciones del hombre sin valoraciones positivas o negativas.

El punto de partida es la consideración cultural como ideología. Esa atmósfera espiritual de la sociedad en su conjunto a la que hacía referencia Hernández Arregui tiene que ver con la creación del sentido.

La cultura hegemónica instala los cánones de belleza, las formas de percibir las cosas, la manera de comprender el mundo. Y es utilizada, finalmente, como un instrumento de dominación. Instala, penetra e introduce patrones y bienes culturales que son aceptados por la gran mayoría de la sociedad, y para ello utiliza los medios de reproducción ideológicos del sistema, puesto que como sabemos, la cultura dominante es la cultura de la clase dominante.

¿Cómo salir de esa lógica aunque más no sea parcialmente? ¿Cómo contrarrestar ese poder con expresiones culturales que representen las particularidades que conforman nuestra identidad?

El objetivo fundamental sería recuperar las prácticas a través de espacios alternativos de participación cultural, donde cada vez sean más quienes se animen a formar parte.

El acceso a la cultura debiera ser un derecho, un bien simbólico que como tal no sea negociable. Como propuesta: crear nuevos espacios de expresión y pertenencia, de formación y reflexión, multiplicar los centros culturales; difundir cultura popular en los barrios, en los clubes, en las plazas, en las redes sociales. Hacer en definitiva una herramienta de construcción colectiva.